Es una "acción mala e injusta". Tenemos visto cuantas maldades se producen en nuestra sociedad y, tengo para mí, en todas las sociedades que nos distribuimos en el planeta. También hay mucha gente, de valores elevados, que desarrollan la bondad con sus semejantes. Pero, no sé por qué, me parece que son menos estos que aquellos.

He venido a conocer, recientemente, un caso paradigmático al efecto de la maldad. Y ello en un tiempo en el que estamos tratando de perfeccionar la legislación contra la violencia de género; contra la pederastia; contra el abuso sexual o la violación; contra la corrupción? Y me temo que hay situaciones que se nos pasan por alto, quizás por poco frecuentes, quizás por poca "visibilidad" en virtud de la escasa o nula información que de ellas se nos ofrecen, a lo peor por desconocerse o por carencia de interés ante otras cuestiones tenidas por prioritarias.

El caso. Una señora de 72 años, que vive sola con sus gatos, es reconocida hospitalariamente ante una crisis aparentemente nerviosa. Y es diagnosticada con "deterioro cognitivo con clínica conductual delirante en probable relación de demencia tipo alzheimer" y, por tanto, con determinación de que "la paciente no está capacitada para poder tomar decisiones respecto de su patrimonio". Esta conclusión se producía el 20 de agosto de 2018.

Sabemos que el alzheimer es una patología que no se presenta de repente. Va progresando más o menos lentamente a lo largo del tiempo. De tal forma que cuando llega a la fase 2 (en la que el paciente no recuerda lo que ha hecho o dicho unos minutos antes, y así estaba esta señora en el último tercio de agosto) es porque ha pasado unos tres años en progresivo declive conductual.

¿Dónde la "maldad" con que inicio el comentario de hoy? El día 3 de agosto de 2018, quince días antes de su ingreso hospitalario, algunas personas de su entorno vecinal se valen de su situación y, ante notario, obtienen que les regale sus propiedades urbanas y, además, pague la minuta. Y el señor notario procede a escriturar como si la señora de 72 años estuviese en plenas facultades físicas y mentales ¿Con qué criterio? ¿No le cupo al señor notario ninguna duda de que una persona con esa edad se desposeyese altruistamente de sus propiedades y se quedase sin nada? La maldad llegó al punto de que la dejaron con lo puesto, sin ropa con que cambiarse.

En un país de pícaros como lo ha sido y es el nuestro, mucho me temo que el caso que cito no es singular. Más bien creo que a lo largo y ancho de nuestra piel de toro se produzcan con alguna asiduidad. También esto debería ser preocupación de alguna ministra del Gobierno.