Lamentablemente, siguen llegando noticias escalofriantes de lo que están pasando las personas que vienen de otros países, sobre todo de África; hacinados, víctimas de inescrupulosas mafias y huyendo de la más terrible de las miserias. Mujeres, niñas y niños, que han tenido que caminar medio continente africano y que han sido víctimas de crueles abusos como violaciones múltiples, agresiones sexuales, separación de sus familias y un largo calvario, hasta poder llegar a Europa, donde muchas veces se les recibe con la cara amarga de la total indiferencia. Esto sucede ahora en el Mediterráneo, y han sido miles de páginas en periódicos y horas en televisión, comunicando esta terrible situación. Esto sucede en el Mediterráneo.

Mientras tanto, en Sudamérica, en Venezuela, se está produciendo el mayor éxodo humano que se recuerde en la historia de este continente. Miles y miles de personas están huyendo con lo puesto para salvar a sus familias de la inseguridad, de la aniquilación de los servicios públicos, de la más horrible pobreza, de la inflación y de la persecución por la reclamación de los derechos que tenemos todos los ciudadanos que habitamos en este planeta.

Algunas familias venezolanas que tenían unos pequeños ahorros pudieron salir por el aeropuerto de Maiquetía a Estados Unidos, España o Panamá, por nombrar alguno de los países donde tenían algún nexo familiar o alguna oportunidad. Pero atrás quedaron aquellas unidades familiares que han tenido que iniciar el "éxodo" masivo a donde los lleve el camino.

Es desgarrador ver cómo familias con niños y niñas, dejando atrás a los mayores, están haciendo viajes a pie de ocho mil kilómetros, porque tienen que llegar obligatoriamente a Buenos Aires. O casi tres mil hasta Lima, o caminan por todos los Andes 7.294 kilómetros para llegar a Santiago de Chile o casi siete mil kilómetros hasta llegar a São Paulo en viajes de auténtico pánico y totalmente desprotegidos.

Es tanta la marcha masiva de Venezuela que países como Perú, en algunos casos Colombia y ahora Brasil, han intervenido en sus fronteras porque ya se están sucediendo episodios tenebrosos de xenofobia y de rechazo a la llegada masiva de familias venezolanas. Escenas tan dantescas como la acontecida hace unos días en el estado brasileño de Roraima, donde un campamento improvisado de chabolas, con familias y muchos niños, fue pasto de las llamas. Dos mil personas huyeron despavoridas, nuevamente, a la frontera donde les esperaba la Guardia Nacional bolivariana, no sabiendo qué podía ser peor.

Perú tampoco es ajeno a este movimiento migratorio. Ante la avalancha que se estaba produciendo en la frontera con Ecuador por la llegada masiva de gente de Venezuela, unos dos mil al día, se ha visto obligados a pedir el pasaporte como documento obligatorio y a restringir la entrada de ciudadanos del país que vio nacer a Simón Bolívar, quedando estas familias en "tierra de nadie".

Podemos seguir escribiendo de situaciones dantescas en Cúcuta (Colombia) o lo que está sucediendo con nuestros hermanos de Venezuela en Chile. Solo hay que mirar las hemerotecas para analizar esta terrible desolación. La xenofobia ha alcanzado límites insospechados y el término "veneca", con claros tintes xenófobos, con el que despectivamente se hace referencia a los venezolanos, se escucha, cada vez más, en los países sudamericanos a los que se han desplazado estas valientes familias, dejando toda su vida atrás, en busca de un presente y un futuro más esperanzador.

Venezuela siempre fue un país próspero, con una tradición de recibir a emigrantes venidos de todos los países del mundo y que pronto consiguieron su oportunidad de crecer. Venezuela acogió a muchos españoles y canarios perseguidos por su militancia política o por causas económicas, a otros que huyeron de la Segunda Guerra Mundial. Tal es así, que en Venezuela existían más de 500 asociaciones, hogares y clubes de emigrantes de todo el mundo, donde se reunían para aplacar la "magua" y la nostalgia que se siente al estar lejos de tu tierra.

Hoy tienen que huir porque el sueldo mínimo no llega a dos euros al mes. Porque con lo que ganan, solo alcanzan a comprar un paquete de arroz. Porque no existen medicinas para enfermedades crónicas o comunes. Porque el desabastecimiento es inclemente. Porque los más pequeños se duermen en los pupitres por la escasa alimentación. Porque la falta de seguridad hace que en un fin de semana hayan más muertes en Venezuela que en cualquier país en conflicto bélico. Porque la gente merece un futuro mejor. Porque están hartos de tanta demagogia política, que ha llevado a este hermoso país a la más absoluta quiebra. Huyen porque quieren respirar, vivir, soñar, ver crecer a sus hijos en paz. Por eso huyen. Huyen porque la vida es breve y quieren que sea hermosa para los seres que más quieren.

Hace días que dije que con mi pequeña voz seguiría hablando de la terrible situación de un país al que tanto le debemos. Hoy tenemos que denunciar esta situación catastrófica por justicia, por agradecimiento, por humanidad, por solidaridad...

Me preocupa, en extremo, que no se hable mucho de esta situación, porque quizá lo que se está viviendo en el Mediterráneo nos pueda afectar más y hasta pueda dar más "rédito político", o simplemente porque a algunas formaciones políticas no les interese. Este drama va mucho más allá de cualquier aprovechamiento político? Muchísimo más allá.

Hoy, los venezolanos y venezolanas que están saliendo con lo puesto de Venezuela a un viaje a lo desconocido, nos piden que no los dejemos solos, que levantemos la voz, que digamos y contemos lo que está pasando, que sigamos denunciando estas situaciones atroces. Y eso haremos en todos los foros donde tengamos voz.

Dentro de estas situaciones surrealistas que se están viviendo en Venezuela, la última ocurrencia de Nicolás Maduro es una auténtica burla al pueblo: pedir que compren "láminas de oro" para ahorrar. ¿Comprar láminas de oro cuando no pueden comprar un paquete de harina para hacer arepas y alimentar a sus hijos? Da escalofríos toda esta situación y tendrá que cambiar más pronto que tarde, porque el himno nacional de la segunda patria de muchos de nosotros tiene una estrofa que hoy es de total actualidad: "Gritemos con brío: ¡Muera la opresión! ¡Compatriotas fieles, la fuerza es la unión!

*Vicepresidente y consejero de Desarrollo Económico del Cabildo de Tenerife