La venta ambulante protagonizada por los llamados "manteros" es una actividad ilegal que se basa en la venta callejera de artículos, generalmente de procedencia ilícita, llevada a cabo por inmigrantes en su mayoría en situación irregular. Para estas personas el "top manta" es la única opción que tienen para ganarse la vida, ya que no tienen "papeles" y, por lo tanto, no les dan trabajo en ningún lugar.

Aunque la idea del "top manta" está siempre ligada a las mafias, la realidad es que el porcentaje de personas explotadas por terceros para vender en la calle cada día es menor.

Así es. La cadena de distribución de los artículos que venden los manteros ha cambiado. Antes los inmigrantes en situación irregular que se dedicaban a este clandestino comercio eran meros intermediarios entre los distribuidores y los clientes. Ahora, los manteros adquieren su mercancía en centros de distribución, es decir, la pagan y luego la venden consiguiendo para sí los beneficios obtenidos, sin tener que rendir cuentas a sus proveedores que les explotan.

Los manteros venden a bajo precio productos de imitación: bolsos, carteras, camisetas de futbolistas, zapatillas de deporte, relojes, cinturones, colonias, DVD de películas, música y juegos, y un largo etcétera, imitando a las grandes marcas de lujo.

Las autoridades y policías locales saben que los manteros son el último eslabón de la cadena en la lucha contra la piratería, es decir, los ejecutores socialmente más débiles de la descomunal industria de la piratería que se mueve en el mundo, y que procede de las fábricas de países asiáticos. Grandes centros logísticos en las ciudades europeas reciben millones de artículos falsificados. Mercancía que compran algunos manteros a bajo precio para luego revender por las calles mas céntricas y comerciales de las ciudades.

Los policías locales, a pesar de su actividad persecutoria, no consiguen erradicar este ilegal comercio debido a que la cantidad de inmigrantes dedicados a la venta no para de crecer. Asimismo, por la variedad existente de las leyes para combatir este fenómeno, ya que la venta ambulante ha pasado de ser una falta administrativa a un delito castigado en el Código Penal con penas de cárcel de seis meses a dos años.

Esta infracción, al tener carácter de delito, ha extremado la resistencia de los manteros a ser detenidos o identificados, ya que un antecedente penal complica al máximo su regulación, o lo que es peor, facilita una posible deportación. Por eso, ante la llegada de la policía, uniformada o de paisano, huyen a la carrera tratando de evitar por todos los medios que les pidan la identificación o que les retiren la mercancía, ya que para estos inmigrantes una detención puede acarrear una situación límite. Por este motivo, cuando los manteros ven a un policía merodeando recogen su mercancía depositada en una lona o manta y en segundos desaparecen para ir a otro lugar.

Los comerciantes establecidos en la zona que ocupan los manteros se quejan de que esta gente vende artículos falsificados, no paga impuestos, no tiene permiso para ocupar la vía pública con su mercancía, no paga ningún canon por ello, carece de garantías y ejercen su actividad personas que no tienen contrato de trabajo, alta de autónomo ni retención fiscal de ningún tipo.

Para estos inmigrantes el "top manta" es la única opción que tienen para ganarse la vida. El éxito de su comercio se basa en el sentimiento de pena que inspiran a los clientes, y en el afán que tienen estos de obtener productos a bajo precio como si fueran originales, sin importarles su ilegal procedencia ni el lucro de las mafias que mueve este mercado.