Un violento incendio y la falta de medios para sofocarlo acabaron con el Museo de Historia Natural de Brasil, fundado por Juan VI de Portugal el 6 de junio de 1818 e instalado inicialmente en el centro de Río de Janeiro, en el Campo de Santana y en la bien llamada Casa de los Pájaros porque, desde su apertura hace dos siglos, la colección de ornitología fue la más amplia y mejor documentada de sus ricos fondos.

El matrimonio del emperador Pedro I con la archiduquesa Leopoldina de Habsburgo atrajo a notables naturalistas del norte de Europa que encontraron un vasto y virgen territorio para los estudios naturales y realizaron campañas de búsqueda con espléndidos resultados. Sin embargo, el grueso de sus colecciones -con ejemplares de mineralogía, flora y fauna del gran país sudamericano- se reunió durante el imperio de Pedro II, un monarca culto e inquieto, que patrocinó numerosas expediciones por toda América del Sur, amplió el catálogo museístico a todas las ciencias humanas y acudió a los mercados mundiales para la adquisición de ejemplares valiosos y curiosidades de la naturaleza de otras procedencias.

Tras su derrocamiento en 1889, los republicanos ocuparon en un tiempo récord su residencia, el Palacio de Sâo Cristovâo, en la Quinta de Boa Vista, con lo que los ricos contenidos tuvieron un fastuoso continente en uno de los mayores y mejores edificios neoclásicos de Iberoamérica.

El desaparecido museo pasó a depender de la Universidad Federal hace más de setenta años, pero la escasez de recursos e, indudablemente, la desidia de los poderes públicos, lo redujeron a una instalación anticuada, con magníficas colecciones -incomparables en su especialidad- pero con graves carencias en presentación, discurso expositivo y, sobre todo, en seguridad que, desgraciadamente, quedaron al descubierto en la última semana.

Tras la tragedia que, ante la impotencia general, arrasó con la práctica totalidad del material expuesto y almacenado, resultan meritorias las inmediatas campañas de búsqueda de dinero y fondos para mitigar la catástrofe y dicen muy bien de los brasileiros, pero será imposible reponer las pérdidas v devolver a Río una entidad cultural que durante dos siglos le dio prestigio y caché internacionales.