El Gobierno canario anda con la mosca detrás de la oreja porque el panorama internacional está lanzando señales de que vienen curvas. Todo parece indicar que vamos camino de un "brexit" duro, con imprevisibles consecuencias económicas para los británicos, pero también para el mercado común europeo. Y especialmente para los países que venden servicios turísticos a millones de turistas procedentes del Reino Unido.

El precio del petróleo, además, ha subido de cincuenta a ochenta dólares el barril. Estados Unidos, con sus sanciones a Irán y con sus agresivas políticas en contra del libre comercio, está disparando el precio del crudo. Esa es una muy mala noticia para los países industrializados, que dependen de los derivados del petróleo para su producción energética. La factura de la luz en España está disparándose -nunca baja cuando baja el petróleo, pero sube cada vez que sube- lastrando la competitividad, el costo del transporte y la economía de las familias.

En el caso de Canarias, nos tocan todas las teclas. Tenemos seis millones de turistas británicos y el "brexit" nos puede tocar la cartera. Los países turísticos del Mediterráneo están recuperando mercado, lo que también nos afecta. Y el alza del petróleo afecta al transporte aéreo hacia las islas, encarece el precio del paquete turístico y perjudica a un país que, como el nuestro, importa una gran cantidad de insumos.

La buena noticia de que hemos mejorado nuestra participación en las cuentas del Estado empalidece ante todas estas realidades. Sobre todo porque ahora mismo el Estado anda cojitranco, ocupado con el secesionismo catalán y con un gobierno cercado por su debilidad parlamentaria y cautivo de sus pactos con una izquierda beligerante y el nacionalismo independentista. Canarias ha dejado de ser importante porque los votos de los nacionalistas canarios ya no son imprescindibles para conseguir mayorías. Y se nota. Los convenios especiales que debían traer financiación a las islas languidecen entre excusas del Gobierno central y las transferencias vienen a cuentagotas y a regañadientes.

La economía canaria, además, no ha terminado la convalecencia de la crisis. La cesta de la compra en las islas sigue siendo de las más caras de España, lo que demuestra que todas las ayudas al transporte y las subvenciones a determinados productos o no llegan a los consumidores -porque se quedan en algunos bolsillos por el camino- o no son suficientes para compensar los extracostos de la insularidad y la lejanía. Los sueldos de los canarios siguen estando por debajo de la media peninsular, la renta disponible de las familias se aleja de las del resto del Estado y existe una enorme cantidad de población subsidiada y que se mueve en los límites de la frontera de la pobreza. Para empezar, más de cuarenta mil pensionistas no contributivos que cuentan con cuatrocientos euros al mes para subsistir.

Todo esto hace que estemos en una situación extremadamente frágil. Y que si se produce un enfriamiento económico, tengamos todos los boletos para coger un catarro. Es bastante normal que estemos acongojados.