La pasada semana corrió como la pólvora por las redes sociales la historia de una mujer, ciudadana británica, que acudió a un centro sanitario en El Mojón, en Arona, con síntomas de una grave infección. El personal examinó a la paciente y ante el absoluto estupor de los médicos descubrieron que el origen del proceso infeccioso era una tortuga que tenía alojada en la vagina. Como es de suponer, le extrajeron el animal, que naturalmente estaba fiambre.

En los servicios de urgencias de los centros sanitarios se ve de todo. Hay relatos de casos muy singulares que rozan lo increíble. Hay personas a las que se les quedan olvidados, por dentro de los esfínteres, todo tipo de objetos, desde tapas de desodorantes a botellas que hacen el vacío y son imposibles de extraer con la misma facilidad con la que entraron. Pero de todos los relatos que se cuentan, siempre como chismes, el de la tortuga es tan asombroso que roza lo increíble.

La paciente, que había salido de juerga con unos amigos británicos, declaró a los médicos que no sabía cómo se había metido ahí dentro la tortuga. Parece evidente que no fue por propia voluntad del pobre animal. Y es de suponer que tampoco de la mujer. Y como introducir una tortuga por la vagina no debe ser un asunto sencillo, se puede deducir que la joven estaba completamente inconsciente. Hasta aquí la historia que ahora investiga la policía, por si se tratase de una agresión sexual.

Lo relevante empieza después. Cuando "alguien" hace llegar la noticia a los medios de comunicación. Cuando las redes empiezan a llenarse de todo tipo de chistes y "memes" con imágenes de tortugas espeleólogas, algunas con cabeza de pene. Hacer humor cruel sobre el mal ajeno es la especialidad de internet, pero el colmo de los colmos es que a las pocas horas de conocerse el suceso se subió una foto -en una conocida red social- en donde puede verse a una mujer sobre una camilla, con las piernas abiertas, la vagina expuesta y al lado una pequeña tortuga, con restos de sangre y fluidos, que aparenta haber sido extraída del cuerpo de la mujer.

Es evidente que la información no fue hecha pública por la paciente y que se dio a conocer por alguien de la propia administración. ¿No creen ustedes que se ha vulnerado el secreto profesional traicionando la confianza que un ciudadano deposita en los servicios públicos? Es verdad que no se ha dado el nombre de la mujer. ¡Hasta ahí podríamos llegar! Pero por muy sorprendente que sea el caso deja en muy mal lugar esa cacareada protección de datos de los usuarios. La denuncia del Hospital de La Candelaria, contra quienes hayan difundido la noticia, es muy oportuna. Y si la foto es real y no un montaje, sería para que, a quien quiera que la hizo y la difundió, se le caigan los palos del sombrajo.