El fútbol mueve tres mil millones de euros anuales -el dos por ciento de la economía española- y, con excepciones, atrae y mantiene a frívolos, nuevos ricos sin modales, buscavidas sin pudor y una corte de mediocres atraídos por el calor del pesebre. España no es diferente y las colas que afrentan a una práctica que mueve sueños posibles son, como su poder de convocatoria, universales. Vive y crece con la corrupción sin barreras, y campa a sus anchas, pese a que la justicia con minúscula protege a sus delincuentes, aquí y en Suiza, con dilaciones incomprensibles, prescripciones de los delitos e indultos soterrados hasta el olvido.

Tras cumplir su ciclo reglamentario, mandato e, incluso, sentencia judicial, por causas incomprensibles, lo peor de cada club o estamento sigue en los entes públicos, clubes deportivos o sociedades anónimas con la venia tácita de las autoridades, socios y/o propietarios. Recapitulen sobre directivos y ejecutivos de ruidosas trapacerías, visibles y denunciadas, en cualquier esquina del país y, de paso, busquen los motivos de sus indeseables permanencias.

La Liga 2018-2019 estrenó el videoarbitraje para ayudar a los peores profesionales de Europa. Rubiales y Tebas, que tal para cual, coincidieron en la bondad del VAR y, también, en los enchufados para dirigirlo, empezando por Clos Gómez, muñidor en las últimas elecciones de la REF. Y ya armada la carajera no tiene marcha atrás y a las opiniones de los aficionados se suman también los comunicados reprobatorios de los equipos.

Con la perversión de mantener a los pésimos para servir a los capitostes, se aseguran los cabreos cuando sujetos dudosos como García de Loza dicen, dos décadas después, que, "de haber existido el VAR, el Real Madrid habría ganado la Liga 1991-1992", que él regaló al Barcelona con una indecente actuación comprobada por veinte mil espectadores en el estadio tinerfeño y los millones que siguieron el partido por televisión. El trencilla nunca reconoció su influencia en el resultado y, ahora, colgado como comentarista de radio, suelta la tardía y afrentosa boutade para ganar tiempos de gloria que no logró con su incapacidad, posturitas y brillantina. El fútbol es el único amor que crece compartido y une a la gente, pero le sobran los bandarras que pervierten y achican sus valores.