Me sucedió después de ver un partido del Barça, donde me entró un enorme sopor que me dejó profundamente dormido. No sé si por la excesiva posesión horizontal, por el anodino tiquitaca o simplemente porque estaba rendido. Tuve un sueño que aún recuerdo perfectamente. Recuerdo hasta los colores que me envió Morfeo.

Ella era de Argentina. No salió de su país porque realmente le agobiase la crisis, dejo atrás la ciudad de Rosario porque "se asfixiaba". Era una mujer temperamental, inquieta, de ideas constantes, sacrificada y, por qué no decirlo, bastante guapa.

Llegó en un mes de marzo a la Ciudad Condal. Siempre le gustó Barcelona. Había visto pasear por las calles de Rosario a su paisano Lionel Messi cuando tenía vacaciones en el club azulgrana y, más de una vez, pensó en preguntarle cómo era esa ciudad bañada por el Mediterráneo. Nunca se atrevió. Cuando llegaba a su casa siempre se arrepentía de no haberlo abordado.

Sus primeros días se los tomó para descubrir Barcelona. Caminó por las calles del barrio gótico. Se perdió por la Barceloneta. Recorrió toda la calle Mallorca, que tiene casi mil números. Vio pasar la vida desde la plaza de Catalunya. Se sentó en Las Ramblas, frente a un kiosko de flores, mientras se recreaban en su mente aquellas crueles imágenes acontecidas en ese escenario el pasado 17 de agosto de 2017. El bullicio del Mercado de la Boquería le animó a retomar la marcha, a dejarse emborrachar por sus colores y olores, que le incitaron a comprar algunos productos locales. Con ese dulzor en la boca, prosiguió su camino hacia el mar y admiró el majestuoso Liceo, que tantas veces se había convertido en el hogar de sus sueños, puesto que amaba la música. Ya, bajo la figura de Colón, miraba al cielo, pareciéndole que era mucho más bajo que el de la ciudad de Rosario; y oteaba el horizonte, recordando que en el infinito de esas aguas, la estatua del descubridor le enseñaba el camino a su casa.

Alquiló un pequeño apartamento en la avenida Diagonal y comenzó a intentar labrarse una nueva vida, en la tan deseada y anhelada " Madre Patria". Aunque claro, poco tiempo necesitó para comprobar que eso en Barcelona no se produce al pie de la letra ni se podía decir.

Siempre he sentido admiración por los argentinos y su capacidad de crear. Por su ingenio. Por su facilidad, destreza e imaginación que les han convertido en los reyes del marketing y la publicidad. Violeta, que así se llama la argentina de la ciudad de Rosario, colocó carteles por toda la zona ofreciéndose para impartir "clases terapéuticas desde el tango". Las clases en cuestión trataban de enseñar esta danza, tan exquisitamente precisa y con toques sublimes, con una pequeña modificación. Violeta se inventó un compendio de los movimientos articulares de la práctica del tango y sus beneficios para la salud. Una invención ''Made in Argentina'', en la que confiaba ciegamente.

Un día llamaron al móvil de Violeta. Ella los recibió en la tarde. Era una pareja que sentía la "urgente necesidad" de aprender a bailar tangos. Messi y su compañera Antonella aparecieron casi disfrazados a ese piso tercero, con viejo ascensor, y donde la sala principal se convertía por unas horas en un salón de clases de tango. Inicialmente, la rosarina no los reconoció. Pero, cuando los identificó, a Violeta se le derramó el mate encima. Messi no se perdonaba que, siendo argentino y de Rosario, no supiese bailar las canciones de Gardel. Era su asignatura pendiente. A pesar de que sus gambetas y regates constatan su habilidad y coordinación con las piernas, y en ocasiones pareciese que bailaba un tango en espacios reducidos sobre el mimado césped del Camp Nou.

Messi y su pareja, que no sabía bailar tangos, compartían las clases con una concejala de un municipio aledaño de Barcelona y su novia; una pareja de jubilados; una dependienta de El Corte Inglés; un rumano mecánico en un Polígono y la vecina del piso segundo, con su hijo solterón y asexual.

"Caminito que el tiempo ha borrado", "Volver con la frente marchita", "Que veinte años no es nada" y tantas otras letras que intentaban bailar en las tardes. El asexual, Rubén, no podía escuchar el tango de "caminito", porque comenzaba a llorar sin consuelo y había que detener la clase. Rubén preguntaba que si no había tangos más alegres, pero lamentablemente el tango siempre cuenta historias desgarradoras, de desamor, de tristeza, de arrabales surrealistas. Jamás he escuchado un tango alegre.

Violeta y la compañera de Messi se hicieron muy amigas y comenzaron a idear un proyecto innovador muy argentino. Lionel las miraba y movía la cabeza de un lado a otro, como hacen en la India para asentir, y sonreía. Violeta vivía ya más tiempo en casa de sus nuevos amigos que en su pequeño departamento.

De repente, llegó el golpe de suerte para Violeta. Comenzó con clases de tangos para todos los jugadores del Barcelona y sus parejas. Los que no tenían pareja se traían a alguna amiga, ya se sabe que no es tarea complicada para un futbolista y mucho menos en el FC Barcelona, que es ''més que un club''. Piqué era alumno aventajado, demostrando que Shakira algo le había enseñado en esto de moverse al ritmo de la música. Comenzaron a asistir también los miembros de la junta directiva, y hasta Laporta, expresidente de los azulgranas, quería apuntarse para echarse unos bailes en alguna fiesta. Las clases se impartían en casa de la estrella del fútbol, en diferentes horarios. La última hora era destinada para los amigos de la pareja, que después se quedaban a cenar y a jugar a la ''Play'' en una liga futbolera que lideraba el River Plate de Argentina. ¿Vos sos gallina o bostero?, repetía Lionel a sus compañeros a la hora de elegir equipos, en referencia al clásico argentino entre River y Boca.

La fama de Violeta creció porque un periodista deportivo escribió que los buenos resultados del equipo eran porque el entrenador les "obligaba a recibir clases de tango para crear grupo, mejorar el ambiente y trabajar la elasticidad". Messi y Violeta se asociaron y crearon un programa ITunes donde podías comprar por 49,90 euros un curso intensivo de "las famosas clases de tango de Messi" y no era otra cosa que una aplicación para aprender a bailar desde tu propia casa paso a paso. Pero, ya se sabe, todo lo que toca el considerado el mejor futbolista de la historia se convierte en oro.

Se pusieron de moda las "peñas tangueras". En las calles de Barcelona, el fernet y el mate se tomaban a diario. Comenzaron a llegar de Argentina profesores de tango para trabajar en equipos de fútbol de todas las categorías y se dio el gran milagro de que el tango desplazó al reguetón. Los niños y niñas comenzaron a bailar tangos en las escuelas y las discotecas hacían días especiales dedicados al tango. Las plazas catalanas tenían grandes concentraciones, pero unidos por una misma bandera: la música.

Argentina se puso muy de moda como país para ir 15 días y perfeccionar esta danza. Violeta franquició su academia de "Tango deportivo y terapéutico" y se hizo millonaria. Se casó con el hermano de un jugador del Barcelona y, desde entonces, Messi, cuando llega estresado de un partido, coloca en el Spotify una selección de tangos y baila con Antonella, mientras que sus hijos cuidan de la recién nacida hija de Violeta.

"Desde que se fue nunca más volvió, caminito amigo, yo también me voy", " yo también me voy". ¡Qué sueño más raro!

*Vicepresidente y consejero de Desarrollo Económico del Cabildo de Tenerife