Parece cansino seguir insistiendo sobre la problemática de las carreteras en Tenerife o, mejor dicho, sobre el caos viario o colapso circulatorio que sufrimos todos los días. Eso es lo que intentan transmitir a la opinión pública los que han tenido o tienen la responsabilidad y obligación de solucionar este gravísimo problema, para las personas, la economía y el desarrollo de la sociedad. De esta manera, intentan desviar la atención sobre sus obligaciones funcionales e institucionales, con el fin de evitar asumir costes políticos o electorales. Pero no es así, mientras sigamos en los atascos insoportables, hay que mantener la tensión de la reivindicación permanente, como medio conveniente y primario para que se haga algo, lo necesario, lo que tiene que ejecutarse para vertebrar la Isla, unificar el territorio y poner las estructuras básicas, que son las infraestructuras que garanticen una actividad económica estable, duradera y eficiente en la creación de riqueza social y empleo.

Hay que reencontrar la senda del acuerdo y el consenso, que siempre traen buenos frutos y mejores resultados. Dejar atrás altanerías, soberbias y vanidades, que llevan a la parálisis ejecutoria. No se trata de hacer o de exigir un ejercicio de autocrítica destructiva o de una flagelación permanente; así lo que se busca son vencedores y vencidos. Hay que ir a las soluciones viables, que se puedan ejecutar prontamente, con todas las garantías medioambientales y dentro de una aquiescencia generalizada. Cuando se busca y se encuentra la alianza, se encuentran caminos de confluencia. Es el momento de ceder para ganar impulso, no se puede seguir en la disputa constante, que hace perder energías, eficacia y resolución para atajar el problema.

La casa se empieza por los cimientos, nunca por la azotea; hay que favorecer la integración del sistema viario insular con los sistemas de transporte público que se vayan implementando. Lo primero es contar con carreteras seguras, eficientes, sostenibles, a partir de ahí, poner en práctica los planes de movilidad adecuados. Lo que no tiene sentido es aplicar medidas disuasorias para la utilización del vehículo propio en beneficio de la guagua, si al final todos estamos parados en la misma cola. Nos puede salir hasta incluso más barato, pero seguimos atascados. Tenemos que movernos, circular, y para eso se tienen que hacer las obras pertinentes, no se trata de llenar la Isla de cemento y asfalto, como les gusta repetir a los exiguos "noistas", esos ecologistas de cuello blanco, iluminados, buen despacho y futuro asegurado. Hay que realizar lo que el territorio permita, la sociedad demande y la economía necesite, todo en una síntesis constructiva.

La escasez de vías de alta capacidad genera problemas importantes de fluidez en la red de carreteras existente, a todas luces, deficiente, obsoleta e ineficaz para el trafico que sostiene. Hay una sobresaturación, que impide la movilidad y la conectividad, lo que hace que estemos permanentemente colapsados. La zona urbana Santa Cruz-La Laguna cuenta con más de 350.000 habitantes, no se comprende que no tenga una vía de circunvalación que la descongestione y sirva de aliviadero para la TF-5, caso único en España con esa cantidad de residentes. Además, no se sostiene, que una ciudad Patrimonio de la Humanidad esté atravesada por una autopista. Antecedentes menores ya anticipan la fiabilidad y garantía de la puesta en funcionamiento de una vía circunvalatoria, que por cierto es la opción preferida por los técnicos y profesionales del sector: la TF-2 que une Guajara y Santa María del Mar, se construyó para dar servicio a esta nueva zona de crecimiento urbano y para desviar el tráfico proveniente del norte y con destino al sur de la Isla, para evitar su paso por el centro de Santa Cruz, por otro lado, la actual configuración del casco histórico de La Laguna, con la peatonalización de las calles, no se hubiera podido hacer sin la Vía de Ronda, además de posibilitar la conexión de la zona costera del municipio con la zona metropolitana, sin tener que atravesar el centro de la Ciudad. Dos ejemplos que han funcionado y sirven. Sacar los tráficos del continuo urbano es lo primero que hay que hacer, por eficiencia económica, movilidad viaria y respeto medioambiental. No demos más vueltas para complicar lo que es tan sencillo.

*Presidente de Fepeco