No fue nada fácil realizar un trabajo tan comprometedor en Boston, en el marco de una sociedad que guardaba sigilosamente el celo de la jerarquía eclesiástica. Tampoco hacer entender a las redes clientelares, las mismas que bebían de las necesarias relaciones entre la Iglesia y la clase política, que no todo vale en reuniones de comidas copiosas y puros al amparo de la ley divina. Interminables días y noches en las cuevas de la redacción del The Boston Globe, aderezado con viajes larguísimos por diferentes estados norteamericanos en busca de documentos y testimonios que ponderaran uno de los trabajos de investigación más arriesgados de las últimas décadas en la puritana sociedad yanqui. La unidad de investigación Spotlight, formada por los reporteros Sacha Pfeiffer, Michael Rezendes, Walter Robinson y Matt Carroll, consiguió lo que parecía imposible: poner en jaque al acorazado eclesiástico y destapar a los más de 200 curas depredadores sexuales de menores en Boston. Las páginas impresas con el dolor de las víctimas demostraron a la democracia más avanzada de los estados modernos la cruenta y feroz complicidad de la estructura eclesial, que contaba sin redención con curas cuatreros de niños: 249 solo en la diócesis de Massachusetts. Miles de menores fueron violentados ante el silencio copartícipe de toda una comunidad y el encubrimiento del maquiavélico cardenal Law. El religioso fue forzado a renunciar como arzobispo de Boston en 2002 en medio del escándalo de abusos sexuales en la Iglesia católica, siendo el principal acusado de haber trasladado sacerdotes pedófilos de sus parroquias, encubriendo una práctica que tildaron de "considerablemente extendida". Después de abandonar Boston, el cardenal asumió un cargo en el centro administrativo de la Iglesia católica, donde trabajó hasta 2011. Protegido en el Vaticano, murió en 2017 negándose si quiera a declarar como le había pedido la Justicia. En Estados Unidos se han contabilizado más de 1.300 casos desde la década de 1950. De Boston a Madrid existen cerca de 5.500 kilómetros, una distancia que acerca la ignominia norteamericana a España, donde las telas del mal de una parte de la Iglesia manchan el buen hacer de la mayoría de sacerdotes y misioneros que dignifican a la propia Iglesia y a sus fieles frente a la casta de diamantes y zapatos de charol. En España, tal y como pudimos leer con aprensión en El País, los jueces han dictado en los últimos 30 años, según los registros del Centro de Documentación Judicial, hasta 33 condenas a sacerdotes en causas abiertas por abusos a 80 menores de edad, donde solo tres de las 70 diócesis consultadas obligan al obispo en sus protocolos a informar a Fiscalía. Aquí no cesa la sorpresa de la indignación. La Conferencia Episcopal ha designado a Juan Antonio Menéndez al frente de la comisión encargada de elaborar una nueva normativa para la prevención de los abusos y la protección de los menores. Este señor, obispo de Astorga, se negó supuestamente a expulsar al sacerdote José Manuel Ramos, que cometió abusos sexuales en un colegio de Zamora, según informaron el periódico digital el diario.es y la Cadena Ser. Pues bien, si lo extrapolamos a la terrenalidad, la impetuosidad llegaría a situar a un heroinómano como presidente de la industria farmacéutica española, o a Julián Muñoz como director del Banco de España. En un ejercicio de honestidad, la más mínima sospecha invalidaría un cargo de este calibre, por lo que la Conferencia Episcopal vuelve a evidenciar la procedencia de un reino allende las fronteras de la dignidad y que tutea a lo tenebroso. Propio de los regímenes totalitarios, los protocolos de actuación de la Iglesia española protegen más al sacerdote abusador que a la víctima. No es comprensible que en las diócesis de nuestro país no se conserven documentos en los archivos donde se precise que los traslados de los sacerdotes pederastas de una parroquia a otra eran porque había una denuncia o constancia de abusos sexuales. Es la gula sobornable de un sector de la Iglesia que añora los privilegios de antaño y que ha olvidado que el secreto pontificio no es un ser superior al derecho ordinario. "Y no os olvidéis de hacer el bien y de la ayuda mutua, porque de tales sacrificios se agrada Dios", Hebreos 13:16.

@luisfeblesc