Se acerca Halloween y me vienen varias cosas a la cabeza. De entrada me pregunto si que adoptemos tradiciones que no nos son propias es algo positivo o no. Creo que podría defender ambas posturas, me encanta ver a los peques disfrazados por las calles la tarde del 31 de octubre, pero también es cierto que aquello de acordarnos de los que ya no están era algo bonito y, sobre todo, familiar.

También me viene a la cabeza, casi de una forma automática, todo ese mundo de las fobias y los miedos. Ciertamente es un tema interesante, pasamos de tener miedo a la oscuridad, un miedo común en casi todos los niños, a tener miedos más personales, miedos de los que en la mayoría de los casos nunca hablamos. Y es precisamente el que no lo hagamos lo que convierte a las fobias en un mal que discrimina a quien lo sufre por duplicado. El hecho de que las personas adultas no hablemos de nuestros miedos no significa que estos no existan, el problema está en lo que la sociedad proyecta en estos términos y de cómo nosotros, casi sin pensar, lo hacemos igual.

Parece que la mayoría de edad, además de ofrecernos alcohol y la posibilidad de conducir, nos quita de raíz esas pequeñas inseguridades y en algunos casos fobias, pero no. Que no las publiquemos en Facebook no significa que no las tengamos. Un alto porcentaje de personas adultas tienen miedos, en algunos casos desmesurados, pero en la mayoría de ellos secretos.

Miedos que se retroalimentan en nuestras cabezas precisamente por no querer compartirlos, que se hacen fuertes porque nosotros somos quienes les otorgamos esa capacidad, miedos de todo tipo, desde meramente personales, como pudiera ser el miedo a coger un coche, a temores por nuestros seres queridos: miedos a la muerte, miedos a que nuestra pareja pierda su trabajo, a que a nuestros hijos les pase algo en los momentos en los que nosotros no estamos con ellos para protegerlos? Miedos y más miedos.

¿Realmente sería "tan malo" ponerlos en común? Quizá saber que otros muchos comparten miedos como los tuyos te haga valorar cómo combatirlos de una forma más clara. No hablar de ellos nos recluye en nosotros mismos y tenerlos hace que prescindamos de situaciones y circunstancias que evitamos, simplemente, por aquel refrán de "más vale prevenir que curar".

¿Truco o trato? Nos disfrazamos y hacemos una fiesta alrededor de los miedos de otros pero? ¿y los nuestros? ¿Los ignoramos y ya está?

No.

Tener miedo o tener miedos es algo totalmente natural en la condición humana, lo que hagamos con ellos ya es cosa de cada uno. Como siempre, somos nosotros los principales responsables de las cosas que nos suceden (no siempre los únicos responsables, habría que estudiar cada caso paso por paso, pero inevitablemente sí somos responsables).

Son muchos los miedos que nos vienen impuestos por madres y padres sobreprotectores, otros muchos los que creamos a partir de nuestras debilidades y muchos más los que adquirimos de traumas, traumas de cualquier medida, desde un casi desapercibido mal gesto a la pérdida de un ser querido a causa de una accidente.

¿Qué debemos hacer para superar nuestros miedos? Lo primero, sin duda, y como si de alcohólicos estuviéramos hablando, es reconocerlo. Reconocerlo ante nosotros cuando nos miramos al espejo, compartirlo con las personas más cercanas y, si fuera necesario, con profesionales.

Como casi todos los problemas, en cuanto se reconocen y se aceptan es mucho más fácil ponernos "manos a la obra". Con la lista de esos "¿qué debemos hacer para superarlos?".

¿Qué tal si ese timbrar en la puerta lo cambiamos? ¿Qué tal si en vez de preguntar "truco o trato" preguntamos "me ayudas"?

Vivir sin miedos nos da la posibilidad de vivir vidas más completas, vidas más intensas, mejores vidas. Vidas en las que el miedo no limita, simplemente, porque ya no está. Los que somos padres reconocemos fácilmente los miedos de nuestros hijos, pero eso no significa que sepamos siempre reconocer y aceptar los nuestros propios. Muchas veces los tenemos tan, tan bien escondidos que casi hemos logrado vencerlos, pero no, esa no es la mejor opción. Si los escondemos lo único que estamos haciendo es parchearnos, parchearnos de una forma tan poco segura que es muy posible que en el futuro, casi de repente, nos encontremos con situaciones que nos sobrepasan. Situaciones que sin miedos es muy probable que pudiéramos haber podido solucionar de la mejor de las formas en el menor de los tiempos.

¿Te enorgullece decir que no tienes miedo? El miedo no te hace mejor ni peor, ni si quiera te hace más o menos fuerte. Probablemente no se convierta nunca en un problema, pero será siempre tu talón de Aquiles?

*Psicóloga y terapeuta

http://anaortizpsicologa.blogspot.com.es