Y llegó el otoño y hace unos días recordé una historia fascinante que una vez me contaron en un viaje que me llevó hasta la ciudad de Pietrasanta, en la Toscana italiana. El relato se llamaba "El vuelo de los gansos" y sucede, precisamente, en esta estación del año, donde los gansos emigran a tierras muy lejanas en busca de un clima más cálido. El cielo de la Toscana se llenó de gansos que volaban compenetrados, en formación, y movían sus alas al unísono, de una manera muy especial.

El guía, Nicola, lo explicó perfectamente. Contó que los gansos vuelan en forma de "V" para aumentar la velocidad con el movimiento que producen sus alas en el aire y, de esta manera, se beneficia todo el grupo de gansos que vuelan. La fuerza del primer ganso es recogida por el otro y así forman una cadena que hace que no se cansen tanto, que el esfuerzo sea menor y que la velocidad sea mayor. Como si estuvieran cogiendo el rebufo tal como hacen los expertos pilotos de F1. Yo miraba a Nicola, que intentaba aplicar el vuelo de los gansos a la vida diaria y a nuestra forma de actuar. Seguía contando el gran guía, que nos mostró la ciudad de manera mágica, que si algún ganso se salía del grupo, se daba cuenta inmediatamente que solo no podría avanzar ni llegar tan lejos, porque le esperaban miles de kilómetros hasta llegar a tierras cálidas. Así que, inmediatamente, retomaba su puesto en el grupo y empezaba a beneficiarse de los compañeros y compañeras de viaje que, con el batir de sus alas, le ayudarían a tomar más impulso.

Queríamos más detalles y Nicola lo notó en nuestras miradas. Nos detalló que cuando el ganso que iba delante se cansaba, se producía el revelo al instante. Otro tomaba su lugar liderando la bandada y el ave que llevaba la delantera pasaba a ocupar otro sitio en esa formación característica, ese vuelo en forma de "V". De esa manera, se iban repartiendo las responsabilidades en el grupo durante el largo y misterioso vuelo. Nicola continuaba con su explicación, pero reconozco que ya no lo escuchaba, sino que miraba al cielo para ver ese maravilloso espectáculo migratorio.

Retomé la atención en Nicola y constaté que seguía dándonos interesantes datos sobre esta lección que nos daba la naturaleza. Los gansos que van detrás emitían un sonido parecido a una arenga y muy reconocible, que estimulaba a los que iban delante a no perder el ritmo ni la velocidad que debían mantener. El sonido llegaba hasta nuestros oídos y nos dejaba hipnotizados. La historia continuó y nos explicó que cuando un ganso enfermaba o caía herido, la solidaridad de sus compañeros se hacía presente. Dos de sus compañeros le acompañaban para ayudarle y protegerle de los peligros que podía acarrear que, de repente, se encuentre volando solo cuando siempre estaba acostumbrado a volar en equipo. Los otros gansos no dejarían jamás a su compañero y serían capaces de morir por él.

El "vuelo de los gansos" ha sido estudiado por zoólogos y por expertos en movimientos migratorios de las aves y han llegado a la conclusión de que, si no volaran de esa manera, ya esta especie habría desaparecido del planeta porque solos son muy vulnerables.

Mi curiosidad me hizo consultar en Internet esta fantástica historia donde muchos estudiosos concluyen que los gansos nos enseñan que "la unión hace la fuerza", que unidos podremos llegar mucho más lejos y que, en cambio, si nos dividimos caeremos irremediablemente. Toda una lección que aplicarnos en nuestra vida.

El "vuelo de los gansos" me enseña que en los momentos más difíciles de la vida debemos estar aún más unidos compartiendo objetivos, proyectos, esperanzas.

El "vuelo de los gansos" me indica que cuando tenemos que asumir responsabilidades debemos hacerlo con una gran entrega, sabiendo que el resto depende inescrutablemente del que lleva el liderazgo. El líder es el que sabe el rumbo que hay que llevar para seguir el camino correcto.

Los gansos que emiten detrás el sonido característico es lo que en la vida podría ser la palabra de aliento que todos necesitamos para conseguir los objetivos que nos marquemos en la vida. Una palabra de aliento, en el momento justo, es la mejor medicina espiritual que podemos conseguir.

Por ello, precisamente en el día de hoy, el gran "vuelo de los gansos" me sirve de parábola, de enseñanza, de reflexión. Hace unos meses extrañé el sonido de algunos gansos. También hubo muchos que no dejaron de sonar constantemente. Qué gratificante es seguir volando por la vida.

No pierdo las esperanzas de volver a ver un grupo de gansos volando "en forma de V" hacia sitios y lugares desconocidos y poder mirarles hasta que su vuelo se pierda en el infinito.

Muchas veces, en nuestra vida, deberíamos "hacer más el ganso". Seríamos más felices.

*Vicepresidente y consejero de Desarrollo Económico del Cabildo de Tenerife