Decía hace poco el cantante Víctor Manuel que un obrero de derechas era un imbécil. La superficialidad de esta paleoizquierda es meritoria, en lugar de leer, se autoplagian sin ningún decoro desde hace al menos cuarenta años. Obrero es un término, como cantamañanas -que le es mucho más próximo-, cuyo uso social ya se da por desaparecido. Si tuviera más instrucción (no basta dinero) sabría que desde hace años ni los políticos de izquierda hablan de clase obrera: no existe. También ha desaparecido el término trabajador (título del sublime libro de Ernst Jünger) y, si se mantiene, está despojado de cualquier remota significación de clase. Jamás, pese a su edad, necesitaron afanarse en el marxismo para entender esas minucias, sino significarse grandilocuentes en sus respectivos sectores. Que convergen siempre en el obrerismo a tutelar. Perteneciendo a la generación del 68, ni se percataron de su significado político, como de nada relativo a las teorías de izquierda. Influenciados por la Iglesia apostaron por el testimonio y con ofrecerse ellos como ejemplo por su compromiso izquierdista, tan artificioso, desparramado y teatral.

¿Por qué no podían ser ricachones y comunistas? Fueron unos incipientes relativistas y descubridores de la inexistencia de aporías en las abstracciones morales más etéreas. ¿No puede un buzo hacer ala delta? Pues lo mismo ellos, sería el símil de su proposición lógica. Aire.

Durante el franquismo las damas de la alta sociedad, por medio de mesas petitorias, se solidarizaban con los pobres y todo quedaba en una foto moral. Nuestros amigos, sucesores de aquella hipocresía social, necesitan gratificar constantemente su narcisismo. Han logrado que aquellas damas nos parezcan ahora discretas y sinceras. Resulta bastante más coherente, cosmopolita, divertida y elegante Naty Abascal que Ana Belén o Cristina Almeida, siendo estas dos mucho más burguesas y adineradas. Amén de frívolas: diva y pizpireta.

Todos estos millonarios progres parten de que "sus obreros" no poseen ni criterio ni conciencia -pero no porque conozcan de la falsa conciencia marxista-, y que es preciso pastorear para después estabularlos: la izquierda ya empieza a ser territorio orwelliano.

Sea por simple intuición o memoria, cualquier "obrero" sabe lo que pasó con Zapatero hace unos años y de la que nos libramos por los pelos. Colige también que la multiplicación del gasto suele tener relación con su financiación e inéditamente con la gestión, que los recursos ilimitados no existen. Es decir, que el "obrero" fuera un ser pensante. Y que no se fía del más mendaz y cínico para ganar las elecciones.