Lo primero que uno comprueba cuando tiene la suerte de poner la pata fuera de nuestra isla es que la terminal del Aeropuerto Tenerife Sur, comparada con la de otros aeropuertos, es bastante penosa. No digo que nos tengamos que parecer a Barajas, donde AENA va a invertir más de tres mil millones de euros en casi cuatro millones de metros cuadrados de zonas verdes, pistas de aterrizaje, centros logísticos, hoteles, terminales, centros de ocio... En fin, una "airport city" como lo denomina ese modernismo cursi que cuando quiere que algo suene progre lo traduce al inglés. No digo ni siquiera que nos tengamos que parecer al Aeropuerto de Son Sant Joan, de Mallorca, donde se invertirán trescientos millones hasta el 2021 para mejorar sus instalaciones. Lo que digo es que no hay derecho a que desde hace cuarenta años recibamos a millones de turistas en una nave que se parece mucho a un empaquetado de plátanos venido a más.

La gestión de AENA sigue estando en manos del Gobierno español, que tiene mayoría en una empresa que semiprivatizó el PP en un negocio que salió redondo, especialmente para los que compraron. Pero el criterio de los nuevos gestores es que hay que pagar el pufo de la deuda que se venía arrastrando y al mismo tiempo hay que darles pasta a los accionistas. No me extraña que con esas ansias de hacer caja le hayan dicho al Cabildo de Lanzarote que si quieren cambiar el nombre del Aeropuerto de Guacimeta por el de César Manrique tendrían que pagar el cambio de cartelería, papelería y otras minucias. Me queda la duda -eso sí- de que el cambio de nombre de Barajas al de Aeropuerto Adolfo Suárez lo haya pagado la Comunidad de Madrid. Pero ya se sabe que en el ombligo del Estado los verbos se conjugan de forma distinta.

AENA lleva años escuchando a los representantes del turismo y a las administraciones canarias como el que oye llover. Se les ha pedido una segunda pista, pero aseguran que no es necesaria. Y se les ha pedido una nueva terminal, pero a cambio lo que van a hacer es una especie de cajón que unirá los dos edificios actuales, con lo que en vez de dos empaquetados de plátanos tendremos la gran Capilla Sixtina de las naves industriales. Un remiendo, un pegote, una excrecencia, una chapuza, un adosado metido a trancas y barrancas entre dos reliquias de casi medio siglo de antigüedad.

Cualquier granjero sabe que a la vaca que da más leche hay que cuidarla. Tenerife Sur es un aeropuerto muy rentable. Un gran negocio. Pero si AENA piensa que es suyo en exclusiva es que tiene un pequeño problema de orientación. Como va a comprobar en los próximos meses resulta peligroso jugar con las cosas de comer. Y el Aeropuerto del Sur es fundamental para que en esta isla todos sigamos comiendo. Eso sí, unos más y otros menos.