Los grandes partidos estatales -"los viejos" para el cabreado Rivera que se sabe, y se siente, en claro fuera de juego- dieron un golpe de mano y prescindieron del resto de las fuerzas de la Cámara Baja para constituir el nuevo Consejo General del Poder Judicial. El pacto, que sorprendió a líderes y observadores políticos, llegó en medio del escándalo desatado por el último fallo del pleno de la Sala de lo Contencioso Administrativo, que liberó a los bancos del pago del impuesto de las hipotecas, después de una sentencia en sentido contrario y unas censuradas actuaciones del magistrado Díez-Pinazo y de su amigo y protector Carlos Lesmes.

Tras las concurridas manifestaciones contra el estamento judicial, con temprano reflejo y mediante decreto, Pedro Sánchez devolvió a los bancos la carga de los AJD, a partir de su publicación en el BOE; y, codo con codo y secreto reparto, aceptó para el PP la Presidencia del Supremo y, por ende la del Consejo General de Poder Judicial, en la persona del conservador Manuel Marchena; y Pedro Casado aprobó la mayoría progresista paras el PSOE. Pablo Iglesias -el único invitado del presidente del Gobierno a la merienda- metió en esa lista algunos nombres de su obediencia o cercanía.

Denunciado por políticos descolgados y columnistas celosos, el pacto entre Sánchez y Casado responde a los hábitos y prácticas que, desde hace tres décadas, urden populares y socialistas, con protestas más o menos ruidosas de sectores interesados y que, con las sabidas consecuencias, pusieron y ponen en riesgo la esperada y utópica independencia judicial.

Por otra parte, también se observa en este consenso un subliminal avisó a navegantes de todos los mares, secesionistas de la posverdad, nacionalistas interesados y profetas primaverales. Todos ellos sabrán que, pese a las desconfianzas y las trifulcas, las descalificaciones y los debates a diente libre, existen asuntos y espacios negociables en casos de necesidad suma -situaciones más frecuentes cada día- donde las forzadas coincidencias, aún con las narices tapadas, llegan por narices. Recuerden que, en los momentos de mayor tensión parlamentaria, con prodigioso sigilo, Rafael Catalá y Dolores Delgado, sucesora en la cartera de Justicia, repartían los futuros cromos del CGPJ que el inefable Lesmes había dejado bajo mínimos.