A un alto cargo del Gobierno de Canarias le preguntaron el otro día si tenemos tantos pobres por culpa del maldito modelo económico este que mezcla camareros canarios, turistas británicos y hoteleros mallorquines. Y entonces se fue de visita al más común de los lugares comunes, hablando de la necesidad de cambiar nuestro sistema productivo. Resulta cansino decirlo, pero hay que decir la verdad tantas veces como las tonterías: no se puede.

Canarias tiene el modelo económico para el que está mejor cualificada. Nuestra distancia de Europa, nuestro clima, nuestras horas de sol y nuestros valores medioambientales nos proporcionan los valores perfectos para vivir de la venta de servicios turísticos. Especular con la idea de una gran industria pesada o con la de convertirnos en una potencia agrícola exportadora es soñar con pajaritos preñados. No tenemos recursos naturales, ni materias primas, ni grandes superficies cultivables. Y además la culpa de la pobreza no es de nuestra economía.

Para comprobar que nuestro modelo económico no es responsable del deficiente reparto de la riqueza no tenemos más que fijarnos en Baleares. Un archipiélago como el nuestro que comparte una estructura económica similar (enorme peso del sector turístico frente a una industria y agricultura poco desarrolladas), pero cuyos indicadores lo sitúan a la cabeza del Estado. ¿Y eso por qué? Pues por la relación entre el volumen de negocio y la población.

Baleares tiene una superficie de cinco mil kilómetros cuadrados frente a los casi siete mil quinientos de Canarias y cuenta con una población de un millón doscientas mil personas frente a los dos millones doscientos mil de Canarias. Tiene un PIB de 29.000 millones, inferior a nuestros 44.000 millones, pero lo reparte entre menos personas, con lo que ofrece una mayor riqueza per cápita. Concretamente 26.000 euros. Superior a la media del Estado y muy por encima de los 20.000 euros por habitante de Canarias. Y lo más importante, tiene un paro del 7% frente al de nuestras islas, que está en el 20%. El nivel de salarios, la renta disponible por hogar y la calidad de vida están muy por encima de nuestros datos. Y eso lo hace con un número de turistas similar -por encima de los quince millones-, pero concentrados en apenas cinco meses de temporada.

El problema no es el modelo. Baleares tiene el mismo que Canarias y funciona bastante mejor que nosotros. La razón de nuestras deficiencias hay que buscarla en otras patologías. Las Islas Baleares cuentan con un empresariado que en su día apostó por rentabilizar el "know how" turístico creando cadenas hoteleras que se han hecho enormemente importantes dentro y fuera de las Islas. De hecho son tan importantes que en Canarias tienen un peso determinante en la industria hotelera. Como tienen menos población, cuando los empresarios buscan trabajadores hay menos disponibles; luego los sueldos tienden a subir. Y para blindar aún mejor el mercado laboral, para acceder a trabajos públicos -y cada vez más privados- se exige hablar catalán.

El problema de Canarias es que su carga de población parece superior de lo que el mercado laboral necesita. Y a pesar de la existencia de un alto número de residentes desempleados seguimos importando mano de obra foránea. Unos sostienen que es por la escasa cualificación profesional de los canarios. Otros lo achacan a nuestra incompetencia lingüística. Y algunos más a que en Canarias existe un floreciente mercado de trabajo sumergido que se complementa con el acceso a ayudas y prestaciones públicas, que desincentiva la búsqueda de un trabajo que, además, está muy mal remunerado.

Esto es lo que hay. Y para cambiarlo habría que darle la vuelta a las Islas como un calcetín. Para ser un centro reexportador de mercancías o un enclave comercial tendríamos que dar marcha atrás a la historia y volver a los puertos francos, algo que hoy es impensable. Y para que el nivel de salarios y de rentas familiares empezara a subir tendríamos que tener empresas más grandes y poderosas, mano de obra más cualificada y en menor cantidad disponible. Los grandes problemas de nuestras islas, desde el medio ambiente a la desigualdad, probablemente sean multicausales, pero uno de los factores desencadenantes es que hemos tenido un gran crecimiento poblacional, mal distribuido en el territorio, que la economía no ha podido absorber.

No hay una regla escrita para la población de un territorio. En la ciudad de Shangái viven 24 millones de personas en menos espacio físico que el de Canarias. Pero su modelo de edificación y de economía es muy diferente. A pesar de ello han puesto límite a su crecimiento poblacional. En Canarias, aún no hemos empezado ni a debatirlo. De momento solo hemos desarrollado la industria de la queja. En eso si que somos verdaderos expertos.