Son muchas las voces que cuando hablan de la pobreza en Canarias o en España sacan a colación un dato: que después de la crisis hay gente que ha salido más pobre pero también otra gente que ha salido inmensamente más rica. Y de ahí se establece una especie de relación causal: que los que se vuelven más pobres es a causa de otros que se vuelven más ricos.

Ese discurso se ha vuelto un mantra. ¿Pero es cierto? ¿El propietario de Zara se ha vuelto más rico porque ha crecido el número de pobres? ¿Los dueños de Binter son hoy más ricos porque mucha gente de la clase media cayó en las garras de la pobreza? Yo diría que no. Que pasa exactamente al revés. Que las grandes empresas, desde Mercadona a El Corte Inglés, hacen más ricos a sus propietarios cuando sube la venta de bienes y servicios. Y eso está en función de la capacidad adquisitiva de los ciudadanos. La pobreza es siempre un mal cliente.

Cada semana nos escandalizamos ante las cifras de pobreza relativa en las islas. Como si fuera un hecho insólito. Como si no tuviéramos 220.000 parados, muchos de ellos de larga duración y la mitad sin ningún tipo de ayuda. Como si no tuviéramos cincuenta y pico mil pensiones que apenas pasan de los doce euros al día. Como si las familias canarias no tuviera una renta disponible que se encuentra entre las más bajas del Estado y una cesta de la compra que está entre las más caras. ¿De qué nos sorprendemos?

La causa de todo eso no es la riqueza de unos pocos, que han tenido talento, suerte o una fortuna heredada. Las razones de la pobreza no están en la riqueza. Si asaltáramos los chalés de los potentados y nos apropiáramos de sus industrias y negocios y nos distribuyésemos el botín de sus posesiones, no seríamos todos más ricos sino que habríamos logrado ser todos más pobres. Miren lugares donde ha pasado, como Venezuela. Para que a todos nos vaya mejor es inevitable que a algunos les vaya mejor que a otros.

Es normal que la pobreza se compare con la riqueza. Como cuando en un congreso médico de cáncer de colon se habla de porcentajes sobre la población sana. Lo retorcido es que se sugiera que la pobreza de unos es a causa de la riqueza de otros. Como si la gente sana fueran la causa de la enfermedad ajena. La pobreza salarial en Canarias -su ineficiente creación de riqueza de las rentas predistributivas- es una realidad vergonzante. Pero eso no se cambia con discursos. Se cambia potenciando la negociación sindical. Se cambia bajando la fiscalidad en los costos laborales. Se cambia vinculando subvenciones a las empresas a creación de puestos de trabajo. Se cambia no licitando contratos públicos como una subasta: o sea, no dándoselos a las ofertas más baratas, sino a la que mejores condiciones laborales ofrece a sus trabajadores. Pero nadie nadie cambia nada y por eso todo sigue igual.