Dice así la siguiente fábula: "Un grupo de ranas iba atravesando el bosque y dos de ellas cayeron en un hoyo muy profundo. Inmediatamente, el resto de las ranas se reunió alrededor del hoyo.

Como vieron que este era muy profundo y que no había posibilidad alguna de que salieran del mismo, les dijeron a las dos que se dieran por muertas, que ya no había ninguna solución.

Las dos ranas ignoraron los comentarios y trataron de saltar con todas sus fuerzas para poder salir del hoyo.

Sin embargo, las demás ranas siguieron diciéndoles que se detuvieran, que no hicieran más esfuerzo, que se dieran de una vez por vencidas. Que todo lo que hicieran era inútil.

Y siguieron así, destruyendo con sus palabras cada intento de salida de las dos ranas.

De repente una de ellas hizo caso a las palabras de las demás, y se dio por vencida. Se dejó caer al suelo y murió.

La otra rana, sin embargo, continuó saltando tan fuerte como pudo.

Nuevamente el grupo de ranas siguió gritando y diciéndole que ya no sufriera ni se desgastara intentando salir, que aprendiese de la otra y se dejara morir.

Sin embargo, la rana, sin quitarles la mirada, saltaba aún más fuerte hasta que finalmente logró salir.

Algo existe de especial en esta historia. Te comento que esta rana? era sorda.

No le era posible escuchar lo que las demás le decían tratando de lograr derrotarla, muy por el contrario, ella pensaba que "sus amig@s" la estuvieron alentando todo el tiempo para que lograra salir del hoyo.

Concentró todas sus fuerzas en salir y no defraudar a quienes habían confiado en que ella sí lograse salir.

Y así lo hizo? ¡Logró salir del hoyo!"

¿Qué aprendemos con esta fábula? Muchas son las enseñanzas, aunque la principal es aprender sobre la confianza en uno mismo y cómo el entorno influye en nosotros.

La falta de confianza creada desde el exterior, o bien por haberlo aprendido tras varias experiencias negativas en diversos periodos sensibles, han creado muchos "no puedo", que harán que mensajes primero externos y ya luego internos se conviertan en frenos y cadenas que conseguirán que no hagamos, que no avancemos y que, por ende, no vivamos.

Imaginemos a una persona, de cualquier edad, que está intentado realizar una tarea o que tras el resultado no esperado de un tentativo solo recibe respuestas tipo "eres inútil", "eres tont@", "pero qué torpe eres" , palabras que te hunden, que te llevan a ese pozo donde estaba la rana, y que van creando una herida, que si es repetida en más ocasiones, se transformarán en frases que se añaden a tu autoconcepto, y que al final te terminas creyendo : eres inútil, eres tont@, eres torpe... Las creencias sobre nosotros mismos, si son sanas, serán nuestro mejor aliado, ¡nos harán salir del hoyo! Si nuestro entorno es positivo, hará que reforcemos nuestra autoestima y consigamos hacer cualquier cosa. Pero si, por el contrario, nuestra cabeza se ve atormentada por palabras externas o pensamientos que nos hacen dudar de nuestras capacidades, esos serán realmente nuestro peor enemigo. El problema es cuando nuestro ambiente está contaminado por personas negativas, o que creen que si refuerzan desde el machaque así nos espabilamos, entonces solo se conseguirá que nuestra autoestima quede minada y mermada. Convirtiéndonos en seres anulados e inseguros, esperando siempre un refuerzo positivo desde el exterior, lo que nos hará dependientes y débiles.

Pero ¿cómo funcionan estos pensamientos en nuestra cabeza? Es como si se crease una especie de diablillo o personaje malvado que nos dice frases, casualmente las hará en segunda persona, eres torpe, no se habla desde un soy torpe, eso ya viene después, cuando lo hemos hecho tan nuestro que terminamos creyéndolo. Si la rana del pozo no muriese por ello, ¿qué habría aprendido de ella?

El cerebro no sabe discernir si lo que ve en su mente es real o no: si escuchas la palabra helado y te la imaginas, nuestro estómago reaccionará en función del hambre que tengamos o de lo que nos guste, es decir, lo que represente en nuestra imagen mental. Solo nuestra capacidad racional sabrá que es imaginación, pero ¿no es verdad que nuestro estómago reaccionó? ¿Nos podemos imaginar cuántas palabras externas o internas nos afectarán?

Al final todo este engranaje es el resultado del miedo, o de miedos que se han ido sumando a lo largo de nuestra vida... miedo a fracasar, miedo a no ser queridos, miedo a perder, miedo al rechazo, miedo, miedo y más miedo... Estos tipos de miedos paralizan y frenan toda evolución, habiendo nacido todos del resultado negativo de diferentes interactuaciones, fuesen reales o no, nos dejaron esa huella. Nos indujeron miedo, nos hicieron sentir chiquititos, ridículos, frustrados y fracasados. Pero lo más importante es que nos hicieron sentir no queridos, y ahí es donde el ser humano es más vulnerable, sentirnos queridos y que crean en nosotros es básico para sentirnos bien. ¡Qué bueno hubiese sido ser sordos (como esa rana) en algunas ocasiones!

Leyendo y pensando en todo lo expuesto nos vendrán imágenes de situaciones donde hemos sido víctimas en unas, y verdugos en otras, nadie se libra de haber recibido ese tipo de mensaje ni de ser el emisor de ellos en algún momento de nuestra vida. Por ello, si nos dolió, no lo repitamos, cambiemos esa forma de hablar, seamos más constructivos, contemos hasta diez, y pensemos otro tipo de palabra que sea más un estímulo positivo. Y si no sabemos, callemos, pero, por favor, no hiramos. Si, por el contrario, recibimos ese tipo de mensaje, nos acordaremos de la rana sorda y, con una sonrisa interna, anularemos al emisor, anulemos su mensaje y pensemos algo más constructivo y con fuerza para nosotros como, por ejemplo, ¡te voy a demostrar quién soy yo!

¿No te das cuenta de que al final todos somos un poco como esas ranas? Las de arriba y las de abajo. Y si en vez de seguir siendo las de arriba? saltamos... ¿saltamos juntos?

*Psicóloga y terapeuta

http://anaortizpsicologa.blogspot.com.es