La Constitución española va camino de cumplir, el próximo día 6, cuarenta años de vigencia, pero es evidente que durante este tiempo, la Constitución ha ido por su camino que es el respeto a sus artículos y títulos y los ciudadanos por otro, ajenos algunos a todo aquello que se refrendó en 1978.

Muchos han nacido después de esa fecha y otros no tuvieron la opción de votarla, por lo que una adaptación al tiempo histórico es necesaria, máxime aun cuando hay artículos, sobre todo el segundo, que debe revisarse y con exquisita premura política para poder decir y sentir que estamos en el escenario histórico que nos pertenece.

Las relaciones sociales y políticas tienen sus ciclos que envejecen con el tiempo, pero hay otros que están por escribir y que son los que en realidad van a dar potencia y credibilidad a los textos que están escritos para satisfacción de los ciudadanos y de los territorios.

Recientemente el Parlamento vasco decidió adoptar que se debe reformar la Constitución en algunos apartados, pero quizás el fundamental y el que solucionaría cuestiones candentes de ahora mismo es que se considere el derecho a la autodeterminación de los pueblos que componen el estado español.

España puede considerarse que adoptó el título de nación en la Constitución de 1812 promulgada por las Cortes de Cádiz porque hasta esa fecha, y más durante la invasión napoleónica, solo era un conglomerado de pueblos unidos por intereses particulares mas que por una opción política que le diera formalidad como concepción de nación consolidada.

Con las Cortes de Cádiz se quiso poner un punto de referencia en lo que concierne a la construcción de un Estado. De un Estado que debería formalizar su futuro que comenzó su andadura tras un afianzamiento de pueblo y que andando los capítulos de la historia y después de una cruenta guerra civil se consolidó y se arropó en la llamada Transición con la Constitución actual.

Pero ese futuro no puede considerarse como una estación terminal que comenzó con el Estatuto de Bayona promulgado por José I, hermano de Napoleón, hasta nuestros días puesto que hay que remozar, hay que apuntar hacia un modelo constitucional en que la concordia debe prevalecer entre los diferentes territorios que camine por las vías de un federalismo fortaleciendo así la unidad desde la diversidad o desde un contrato entre territorio y estado bajo la formula de un confederalismo.

Y si los pueblos pretenden decidir si el camino es continuar en la situación actual o optar por un federalismo o una confederación donde prevalezca un acuerdo entre iguales seria necesario esa modificación constitucional que ha adoptado el nacionalismo vasco, como anteriormente lo ha hecho el parlamento catalán, lo que contribuiría a una paz territorial y de gran envergadura política de manera que la satisfacción de los pueblos se manifieste y no continúen como convidados de piedra en lo que respecta a su futuro político.

Los nacionalismos deben ir por ese camino y los constitucionalistas deben tener claro esta opción , del derecho de autodeterminación, e ir al compás de los tiempos nuevos para dejar atrás viejas rémoras que lo que ocasionan son conflictos como los de ahora y los que puedan producirse en un futuro próximo.