Cuando se supo que Vox había obtenido doce escaños en el Parlamento andaluz, relampagueó por momentos una imagen bíblica, la del llanto y crujir de dientes en ese gran espectro mediático-izquierdista del gran holding audiovisual y escrito, la secta, confabulados y adláteres, que no son precisamente pocos ni testigos pasivos y objetivos de la historia. Y no pudieron contenerse. En comparación con ellos, y quitando a los agentes del fascismo estricto y la violencia callejera como Podemos, los propios políticos adversos parecían lamas budistas. ¡Que templanza! Los lobos mediáticos arrancaban de cuajo todas las vísceras de Abascal y Vox, lo más suave, que eran anticonstitucionales (olvidando su defensa única en las causas de los golpistas) y una retahíla omniabarcante: homófobo, machista, islamófobo, racista, justificador de la violencia machista (ahí es nada), antianimalista del catecismo de lo políticamente correcto. La docta Susana Díaz, sin ser periodista, articuló similares alaridos.

Esa parte importante de los medios españoles ha sido vagamente comprensiva (sin apenas afectación personal, sobrios) con el terrorismo vasco, con los golpistas catalanes, con el populismo comunista de Podemos, con los actos violentos en universidades, con cercos al Congreso, con colaboración y financiación del régimen bolivariano, con obsesivas propuestas para eliminar la libertad de prensa, con la violencia callejera, con programas políticos que combinan la lucha institucional y la de masas o golpista. La desgana finalmente cedió entera. Ahora se desmelenaban y entraban en combate.

Solo vi una parte de la entrevista que días después hizo Ana Rosa Quintana a Abascal. Vaya por delante que a esta periodista le reconozco cierto y excepcional pensamiento casi propio y personalidad, no es Susanna Griso, ni el periodismo de secta y asimilados de la izquierda indefinida.

Resulta impresionante cómo las creencias ideológicas de época colonizan, febriles, las mentes. Sabiendo que el político pertenece a una asociación de amigos de los pájaros y tiene bonsáis, le interrogó sobre la caza: querría desenmascarar al cazador recolector del paleolítico-heteropatriarcal-inferior. Contestó que defendía la caza, necesidad para las especies sin depredadores, según se enseña en guarderías. Luego vino la nueva visión/nuevo tótem y regulación activista de la execrable cadena simbólica del pene, que por cierto está cobrando tamaño superlativo y demencial. Preguntó si hacía pesas -sí, pesas, no natación-, suponemos con sudor libidinoso y carnes hinchadas de macho siempre en celo. Y después entrando a saco en Freud le preguntó (imputó) si llevaba pistola. O sea, serpiente u otros símbolos fálicos. Aburre ya tanta biología. Y no contestó, por seguridad dijo. Gatillazo.