Desde 1958, el décimo de la Lotería del 22 de diciembre reproduce obras del patrimonio nacional dedicadas a la Navidad. En 2018, esta estimable iniciativa está rodeada de coincidencias y paradojas históricas, entre otras, el bicentenario de la pinacoteca, que ya abrió su programa conmemorativo. La orden del felón Fernando VII "fue una maniobra de distracción ante los conflictos civiles que desataron las independencias en cascada de la América española a causa de su política errática"; y, acaso, el único acto digno de su reinado".

Este año se eligió el "Retablo de la vida de la Virgen con San Francisco", una excelsa creación de Nicolás Francés (1400-1468), pintor y miniaturista borgoñés, notable figura del gótico en España, interpretado principalmente por flamencos y nórdicos al servicio de las cortes y cabildos catedralicios peninsulares. Los rasgos más destacados de su producción -que incluyen el retablo mayor, los murales de la bóveda y el claustro de la Catedral de León y obras exentas- son sus amplias figuras, ataviadas a la moda y una talentosa mistura de la idealización italiana y el grave realismo de la escuela borgoñesa, que proyectó su influjo por todo el Viejo Continente. Con la monarquía borbónica en caída libre, en 1930 se adquirió el cuerpo central; en 1932, la joven república compró el espléndido banco con las representaciones de los apóstoles, singularizados por sus distintos atributos, y los profetas mayores identificados con sus nombres.

Las curiosidades alcanzan también a dos artistas de diferente alcance e ideología. El ferrolano Fernando Alvarez de Sotomayor (1875-1960) hizo una pintura burguesa, aferrada al inmovilismo académico y al servicio de una acaudalada clientela, con muchos representantes de la clase política que le valieron la dirección del Prado entre 1922 y 1931, ratificada por Alfonso XIII. Destituido por la II República, le sucedió el gran Pablo Picasso que, aún con carácter simbólico, dio una proyección universal a la pinacoteca. Tras la Guerra Civil, el general Franco repuso en el cargo a su amigo y paisano y, "al César lo que es del César", autor de la feliz iniciativa que, en días como hoy y al son de la cantilena de los niños y niñas del Colegio de San Ildefonso, nos trae la esperanza de cambiar de fortuna en una estampita que, a la mayoría, nos queda como recuerdo y humilde consuelo.