Hoy 31 de diciembre le damos carpetazo a un año convulso. Lo hago con un popurrí de pequeñas historias que evocan tiempo pasado, la actualidad y mi opinión sobre el futuro.

Mi recuerdo de juventud este día siempre transcurrió en casa, con la radio puesta escuchando música y cenando con la familia, y tras la vuelta a la isla, una vez partido el año, dábamos una vuelta por La Laguna. A los 25 con novia, íbamos a cenar a El Bosque, donde un cocinero vasco preparaba una merluza en salsa verde extraordinaria. Después no faltábamos al baile de El Recreo hasta la madrugada. Pero las mayores locuras fueron de casados, conduciendo por la carretera de La Esperanza hasta El Portillo, donde parábamos a comer carne fiesta, conejo o cabrito, regado con buen vino para paliar el frío de Las Cañadas, y continuábamos por la carretera de Vilaflor para bajar por Granadilla hasta el Hotel de El Médano, a los bailes que amenizaban Los Aguacates, orquesta magnífica de la que mi hermana Marisol era vocalista. El regreso era de la misma forma, parando a tomar churros con chocolate antes de llegar a casa sin borracheras ni excesos. Siempre con mis hermanos siguiendo a la orquesta, otros años nos tocaba el Hotel de Bajamar, el Hotel Las Vegas de El Puerto de la Cruz o el Tenerife Tour de Las Caletillas.

Cuando nos mudamos a Santa Cruz, las mejores nocheviejas fueron en el Mencey. Solo teníamos que atravesar trajeados el Parque García Sanabria y regresar del mismo modo. Un lugar privilegiado que recuerdo por su calidad, buen servicio, cena sabrosa y puntual, cotillón y abrazos y besos por doquier al toque de las campanadas. Un ambiente de respeto, cariño y afabilidad acompañado de mis hermanos, esposas, mis tíos Pepe y Cristina, y muy buenos amigos. Un bello lugar de la ciudad dónde apilamos recuerdos y divertimento durante casi veinte años. Desde su renovación no he vuelto a estar allí, pero sí en uno de los hoteles de la cadena Iberostar en el sur de la isla. Esta empresa es experta en el sector y el trato siempre es exquisito.

De la actualidad ya he hablado de los tremendos problemas de salud que ha sufrido la familia este año, y han aumentado los disgustos al hablar con los amigos de la niñez y juventud. Es mejor no mirar para atrás, te encuentras problemas graves y muchos sustos, pero es que la edad no perdona. Entre las alegrías me he reencontrado con mi amigo Domingo Soto, tras más de 30 años sin saber el uno del otro. Tenían una fábrica de dulces en la Calle Iriarte. Todos los Sotos eran personas serias y honestas, su madre me adoraba. Domingo dijo un día que ya no salía más, pero gracias a su sobrino Víctor, de Deportes Lovero, que me proporcionó el teléfono, ya toda la familia sabe que hemos hablado.

En Cataluña siguen los problemas. Dos buenos amigos me han trasladado su preocupación. María Uríz, excelsa soprano gallega que se trasladó de joven a Barcelona, ejerció su carrera y fue ovacionada muchas veces en El Liceo. Allí tuvo su casa y su academia de canto, pero la situación la ha obligado a marcharse a Burriana (Castellón), porque el ambiente era irrespirable con sus vecinos, que la llamaban despectivamente española. José María Virgil, catalán de nacimiento de Villafranca del Penedés, solo por el hecho de haber viajado por toda España vendiendo sus fabricados, es despreciado por sus vecinos. Este es el peor cáncer que tiene España, una democracia a mano tendida, encendiendo mechas que pueden quemarnos en cualquier momento, y nuestro presidente, en vez de reaccionar, se baja los pantalones por su ansia de poder.

No es de extrañar que con este panorama de unos pocos muy ricos y el resto muy pobres, no vea un futuro prometedor. El paro y el hambre existen y, gracias a la solidaridad del pueblo, no va a más. Será un año de elecciones en las que caerán unos cuantos, pero hay gente seria en política y no todos son amigos de lo ajeno. Irrumpen nuevos partidos y se descalabran recién llegados, parece que VOX será imprescindible para gobernar. Veremos. Mientras, deseo salud y prosperidad para 2019.

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