Podría pensarse que en Vigo se hable predominantemente gallego o español, pero no es así porque solo escuchas un idioma: español. Llevamos horas, que después serán días, por el centro de la ciudad cuando advierte mi familia que no hemos oído todavía hablar gallego. Pero si haciendo zapping pasamos por la televisión gallega, oímos a su presidente Feijoo y a los políticos pareciera que el único idioma que se hablara es el gallego. Lo oficial no se compadece con la realidad de las calles a pesar de gastos multimillonarios en idioma propio no hablado. Con nutridas promociones de filólogos gallegos saliendo cada año de la universidad, incontables horas de enseñanza, publicaciones, observatorios, medios de promoción; todos los letreros oficiales están en el idioma que no oyes hablar. Nada cuadra. Salvo el empeño de políticos y medios atentos a seguir las directrices de élites universitarias muy motivadas, transidas de ruralidad romántica y enconado anticosmopolitismo. Estamos como a final del franquismo cuando el presidente Suárez decía de hacer oficial lo que ya era real en la calle. Ocurre que ahora es igual pero al revés, lo oficial carece de todo nexo con lo real.

Es sabido que los idiomas ancestrales de las comunidades con otro idioma fueron paulatinamente dejándose de hablar, perdiendo territorio. Con la industrialización y modernidad los idiomas regionales y campesinos no solo carecían de prestigio sino que eran rémora para los vástagos obligados a abandonar el campo para trabajar en la ciudad o emigrar. La contribución de Franco a su retroceso fue objetivamente exigua. Como cualquiera sabe, son más determinantes los procesos socioeconómicos que Franco. Y más fiable la sociolingüística que algunas disposiciones ministeriales.

Circula por las redes una muestra de diccionario vasco en que una joven poetiza el vascuence. ¡Bah! en el origen del lenguaje estaba la poesía, el canto, el rito. Peter Handke señaló que en el esloveno de Carintia (Austria) hay un término (koba) que designa el espacio que queda entre los dos pies. Referencias insulsas y atávicas. Unamuno se ganó la enemiga del nacionalismo vasco cuando dijo que el vascuence no tenía poder de abstracción y de formación de conceptos unificadores. Tenía nombres para cada tipo de árbol pero no había uno que englobara a todos (y salió el "Gernikako arbol-a").

Nochevieja en Oporto, por fin escuchamos el galaico-portugués. Al otro lado de la muga porfían por tener el idioma de similares raíces del que aquí conservaron, pero que allí no hablan. Una cuestión profundamente religiosa y mágica.