El maratoniano keniata Dennis Kimetto casi no podía mantenerse en pie tras la maratón de Berlín. Pese a sus duros e intensos entrenos preparatorios, era imposible no claudicar ante un esfuerzo sobrehumano donde la mente incluso le llega a ganar la partida al cuerpo. Dennis es muy bueno, pero después de muchas horas corriendo no puede ni coger el coche, mucho menos ir al gimnasio a continuar con la faena. Un médico en cualquier hospital público de Canarias realiza jornadas inhumanas de 32 horas ininterrumpidas; sí, más de un día atendiendo a seres humanos que requieren de una disposición fresca y efectiva. La coyuntura actual sobrepasa el imaginario colectivo. Las guardias médicas normalmente tienen una duración de 24 horas, con la excepción de que el coordinador de turno te haya puesto en el cuadrante "que no libras la guardia". En el lenguaje coloquial se traduce en que tu turno de trabajo continúa tras la guardia, es decir, 8 horas más, lo que significa, con la calculadora en mano, que vas a trabajar casi 32 horas. Por ejemplo, un internista inicia su día con la atención a 15 pacientes ingresados o 20 en consulta. Si el tiempo te lo permite, un descanso para comer y degustar la alta cocina del hospital a base de sardinas, puré de agua y galletas María. A las 15:30 horas, encargarse de las urgencias que vayan surgiendo y los ingresos. Si no hay ajetreo, el superhéroe que ya lleva 20 horas de vigilancia y observación puede ocuparse de la llamada de Morfeo. Si la guardia se presenta complicada, ni eso; no queda otra que aguantar hasta las 8:00 horas para continuar con el ritual de esta salvajada laboral y seguir pasando consulta o viendo a los pacientes hospitalizados. Lleva 30 horas sin dormir, ¿te dejarías atender? Esa es la pregunta que nos podemos hacer cuando la falta de personal para cubrir el servicio y la nula organización sanitaria hacen mella en los profesionales que cuidan de nosotros. No solo ocurre en Canarias, también en el resto de España: faltan médicos, enfermeros, auxiliares y celadores para impedir que esta práctica desalmada siga pasando factura en nuestros hospitales. Está claro que un facultativo, aunque entrenado para aguantar esta maratón, no puede atender a sus pacientes con todas las garantías, como tampoco un chófer conduciendo 30 horas o un piloto cruzando el mundo a los mandos de un avión. Sin duda, bastante poco se equivocan para lo que podría pasar. Reinhold Messner fue la primera persona en subir los 14 ochomiles sin mascarilla de oxígeno, para muchos el mejor alpinista de la historia. La conquista del Nanga Parbat, en Pakistán, fue un icono en el mundo de la montaña y en su carrera, al conseguir escalar la vertiente Rupal con sus aproximados 4.500 metros, la pared vertical más grande del planeta. Tras conseguir el éxito después de días de lucha contra las adversidades, decía que el triunfo también lleva aparejado sentimientos encontrados de insatisfacción y la sensación de poder hacerlo mejor. Lo mismo le ocurre a muchos profesionales tras las duras jornadas de trabajo subiendo al Everest de la organización sanitaria: Sueño, cansancio, impertinencia y escasa paciencia. Imagínense por un momento ajustar este horario a la conciliación familiar y laboral con la complejidad que tal esfuerzo conllevaría. Al final, su vocación de servicio público y deber con el paciente están ahí, mientras tú te quejas por salir más tarde o trabajar un fin de semana. Son los verdaderos "runners" y alpinistas de nuestra sociedad.

@luisfeblesc