Respondo a una encuesta sobre La Palma del siglo XIX con una afirmación: el protagonismo liberal con la cultura y la respuesta de una sociedad responsable justificaron su esplendor. Y lo razono y fundamento en un nombre, el popularísimo señor Díaz, en un grupo de patriotas y unas docenas de instituciones heroicas y necesarias.

Con los influjos de la Ilustración, la voluntad de erradicar la ignorancia, la superstición y la tiranía y la absoluta fe en el progreso, un grupo de ciudadanos liderados moralmente por el clérigo Manuel Díaz (1774-1863) avanzaron, desde su ciudad -el primer escalón de la patria- en la creación de un mundo mejor.

Con la nación ocupada por el ejército napoleónico, el 19 de marzo de 1812 y en la ciudad de Cádiz se promulgó la primera Constitución de la Monarquía Española, que abrió un nuevo ciclo marcado por las ansias renovadoras de los demócratas frente al cerrado inmovilismo de los absolutistas y a las trapacerías del rey felón que traicionó su juramento a la Carta Magna y la inmerecida fidelidad de su pueblo.

Con el reaccionario Fernando VII y su hija y heredera Isabel II, la Isla, dividida en trece municipios desde 1837, experimentó notables avances materiales y espirituales que el historiador Juan Régulo agrupó bajo el título feliz del Siglo de Oro. Entre los logros docentes figuran la Escuela Infantil, inspirada en las teorías del pedagogo inglés Joseph Lancaster (1821); las escuelas de Música (1836) y Dibujo (1840); la de Instrucción Primaria (1866); el Colegio Santa Catalina de Segunda Enseñanza (1868), suprimido por la revanchista restauración borbónica en 1874; y la Escuela Nocturna de adultos (1870).

En el ámbito social y recreativo, tras la fundación del primer Casino (1849), para atender intereses y aficiones sectoriales, llegaron en cascada la asociación "Terpsícore y Mélpomene" (1866), con sede en la ermita, reconvertida en teatro, del primer Hospital de Dolores; "La Fraternidad" (1870); "Sociedad Instructiva (1876); la aún activa, con museo de antigüedades y ciencias, "Real Sociedad Cosmológica" (1881), y su adenda, la Biblioteca Cervantes, ubicadas en el primer Pósito capitalino; "La Unión" (1883), "La Investigadora" (1885), con una heroica continuidad en sus compromisos sociales y culturales.