El empleo es creado mayoritariamente por la iniciativa privada, más del 85% sale de las empresas y sólo un 15% significa la aportación del sector público. Es un dato significativo en cuanto a la importancia cuantitativa del tejido empresarial, como mantenedor, dinamizador, motor del sistema económico. Desde las microempresas, pasando por las pymes, las medianas y grandes, sin olvidar al trabajador autónomo, se crea un enjambre de relaciones internas y externas que posibilita una actividad frenética, pero ordenada, de interacciones, que sirven para crear mayor riqueza social, bienestar y mejor calidad de vida. Por eso, es justo agradecer el trabajo constante, muchas veces ingrato y poco reconocido, de los empresarios y empresarias que todos los días tienen un objetivo ineludible, a saber, mantener su empresa a flote. La importancia cualitativa del mundo empresarial empieza por su misma esencia, teniendo su fin en lo más importante, las personas.

En la empresa privada tienes que ir siempre por delante del problema, con previsión, adelantándose, evitando que se produzca, es una forma dinámica de actuar, siendo eficaz para la resolución del mismo. Estar quieto, es perder, indolencia a la hora de desaprovechar oportunidades, algunas que no pasan sino una vez por la vida. La energía nace de las ganas, porque las ideas hay que concretarlas, hacerlas realidad, trabajarlas y vivirlas. El optimismo es sinónimo de empresario, se trata de hacer o buscar siempre lo mejor, con afán de superación y mucho aguante para sortear adversidades, algunas muy complicadas, que se afrontan con verdadero ánimo vencedor, para ganar. El tiempo es el verdadero tesoro del entorno empresarial, hay que aprovecharlo, estrujarlo convenientemente para sacarle el fruto adecuado, no debe sobrar ni un segundo, así de radical, así de necesario. Procrastinar es un síntoma de debilidad personal y de corrosión en la empresa, por eso, en la mentalidad del emprendedor no caben los espacios vacíos, ni las horas perdidas, ni por supuesto, matar el tiempo, todo lo contrario, hay que darle toda la vida posible, no se puede olvidar lo que dijo John Randolph al explicitar que "el tiempo es a la vez el más valioso y el más perecedero de nuestros recursos".

Caerse, levantarse, volver a tropezar, de nuevo enderezarse, es la cotidianidad de quien tiene objetivos que cumplir o mejor conseguir. Circunstancias externas, crisis económicas, bancos que cierran la puerta, administraciones lentas que impiden cualquier crecimiento homogéneo, mercados variables, consumo inestable, todo suma para tumbar al más fuerte, pero no al empresario o empresaria que se emperra en seguir en la lucha. Ya lo significó Henry Ford "el fracaso es, a veces, más fructífero que el éxito". Pero uno de los inconvenientes más desagradables es escuchar, de forma peyorativa y con relativa frecuencia, como se intenta desprestigiar la profesión empresarial, generalmente, por aquellos que no tienen ni valentía, ni agallas para emprender absolutamente nada, pero que generalmente viven en la tranquilidad de la administración pública, que da el cobrar un sueldo a final de mes, se hagan las cosas o se dejen de hacer, lo que se llama productividad cero. Sin olvidarnos de aquellos políticos y algún que otro comunicador, progresistas se califican con la boca grande, que con solo mentar el nombre de empresario les da urticaria; porque desde una superioridad moral, que nadie les ha dado, pero que ellos sin vergüenza se arrogan, vilipendian con el mayor descaro, desconocimiento, ira y mala fe, a quien si aporta al conjunto de la riqueza social. Agradecimiento a todos aquellos empresarios y empresarias, por el único motivo de ser y además de ejercer, son intrépidos.

*Presidente de Fepeco