Fue realmente una centuria larga, entre la gloria armada de Felipe II y la imparable decadencia de su nieto, Felipe IV, el Rey Pasmado de Torrente Ballester; un periodo aciago para la política y la economía, y fructífero para las letras y las artes, cuando las mentes más torrenciales y los talentos más sólidos construyeron un imperio ético y estético donde, esta vez de verdad, "no se ponía el sol". Timaginas articuló su último montaje -con texto de Armando Jerez y dirección de María Rodríguez- sobre ideologías y credos, rigores y ligerezas, tradiciones y profanaciones de una época que marcó para siempre el orgullo e idiosincrasia hispánica.

No hay género mejor para desnudar la realidad que la farsa (suponiendo que sea un género). Algunos la vemos como una simbolización amable, pícara y didáctica de vicios y virtudes. En este caso podemos hablar de metalenguaje de probada eficacia, (y respaldamos la afirmación con el éxito de público), con sólidas bases documentales y fluida sucesión de octosílabos que alcanzan la solemnidad y estulticia culterana y la magra sinceridad y procacidad, conceptista; Quevedo y Góngora debaten sobre formas, o sea sobre el exterior, el vestido, de las ideas.

Con diálogos ceñidos al arte menor -y abiertos a morcillas y ocurrencias cómplices de la actualidad- cuatro actores sostienen cinco movidos episodios de gran dignidad y momentos estelares. Cervantes concibe su Quijote en la prisión de Argel con un carcelero moro de Pepito Grillo; Lope de Vega duda y brujulea entre la tragedia y la comedia y, además, con la obligación ineludible de entregar una obra cada semana; los enemigos irreconciliables del XVII -ya los citamos- compiten en saberes y agravios; Velázquez, aposentador a sueldo, soporta los deberes reales y las impertinencias de la infanta Margarita, encarnada con notable encanto por Lucía Jerez y, teatro dentro del teatro, el mísero Segismundo será finalmente una mujer. Armando Jerez se vuelca expresivo en su cuádruple presencia; Andreas Trujillo le da réplica solvente y, con maduro aplomo, María Rodríguez presenta y ambienta las cinco secuencias y da, en cada caso, el tono que exige la función en un marco escénico sorprendente y con atrezzo y vestuarios imaginativos, resueltos por Carmensa Rodríguez. "La farsa del Siglo de Oro" es un empeño que rompe moldes y anuncia buenos tiempos para el heroico teatro independiente.