Dicen los sabios más viejos que estamos hechos de culpa y miedo, que las decisiones más importantes de nuestra vida requieren valentía y entereza para sortear esos dos límites y que nadie está libre de las tribulaciones de la mente. En la actualidad vivimos invadidos por estímulos externos, redes sociales, televisión, publicidad invasiva, queremos abarcarlo todo, estar al día en lo que nos cuentan, que no es lo mismo que lo que pasa en realidad, estamos contaminados de información manipulada.

A determinada prensa le interesa solo vender noticias, las que sean, como sea. Tan escandalosas como puedan. A determinada prensa, 22 años escribiendo en este periódico y para otros medios, y el sentido común, me ayudan a no generalizar.

Lo que se ha estado haciendo en algunos medios de comunicación españoles, en los peores, mientras se intenta el rescate de Julen y lo que se va a hacer a continuación es un espectáculo lamentable. La prensa tiene que informar y opinar, no tiene que dar espectáculo. Y nunca ser lamentable.

Nos hemos vuelto una sociedad repugnante, muy repugnante. La España que conquistó la literatura o la pintura mundiales, la España que es campeona mundial en donación de órganos y en misioneros por el mundo, es también una España iletrada irresponsable e infantilmente ingenua cuando se trata de dejarse manipular por la sensiblería más ñoña, extravagante y tonta.

Nos gustan las tragedias más que comer. Nos gusta que nos hurguen en las entrañas, en las vísceras, que nos exploten nuestra vulgaridad y nuestra zafiedad en los informativos, espacios que deberían ser lo más noble de una televisión. Nos gustan las escenas repugnantes, los comentarios plañideros que remuevan nuestra sensibilidad más torpe, nos gustan las lágrimas, nos gusta que profundicen en las miserias del ánimo de las personas que sufren, quizá para paliar nuestras miserias morales, educativas, culturales.

Todavía me despierto algunos días con el dilema de si fueron antes las niñas de Alcácer o la miseria de la televisión; tampoco sé que tira más, si la incitación de algunas televisiones o la ignorancia popular a la hora de consumir las miserias humanas. No es necesario para nada explorar tan asquerosa, repetida y profundamente los detalles grotescos de los sentimientos íntimos de las personas más próximas a la tragedia, pero se hace. Una vez tras otra y así hasta el infinito. Con lágrimas que resbalan pero no mojan. Que no son de verdad.

Reivindico la autenticidad. En todo y de todos. Sé que puedo pasarme las horas, las que sean, combinando palabras sobre el marco de la inspiración y el sentimiento que van a caer en el roto del saco, pero si alguna quedase dentro y sirviera para mejorar la vida de alguien... estaré muy bien pagado. Solo quiero pedirles que se salgan de esa corriente. Recordarles que pueden escribir sus propias vidas. Eso sí, solo sobre la baldosa del presente, más allá solo hay un acantilado de niebla, un túnel sin iluminar. Sucesos que hielan la sangre como el de Julen, justo a un matrimonio que había sufrido la muerte de otro hijo de tres años, lo corroboran. La fatalidad no consulta el censo. Amárrense a las horas de hoy, a los minutos, a las caricias de los segundos. Lo demás es hambre que no se sacia. Como decía Lennon: "La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes". Es una tontería pensar en que el fin de semana será espectacular. Hoy es un día estupendo. No hay seguridad ni planes de pensiones sobre más. Elijan. Yo comienzo ya mi carta: "Espero que al recibo de la presente te encuentres bien". Sí, es para usted.

Feliz domingo.

PD. Aunque hace ya 31 años, qué difícil escribir el día que tan inesperadamente se fue tu padre. Te quiero.

adebernar@yahoo.es