Las macrocifras turísticas de La Laguna nos muestran un destino turístico que ha alcanzado una escala considerable. Aunque los 55.412 turistas que pernoctaron en la ciudad en 2017 supongan una gota de agua en el mar de los 5,7 millones de turistas que visitaron Tenerife o, la estimación de que a lo largo de ese año más de un millón de excursionistas visitaron la ciudad desde otras partes de la Isla marca un hito muy significativo. Cuando un enclave turístico alcanza ese umbral, cualquier pequeña variación del comportamiento del conjunto de los visitantes tiene profundos impactos a nivel local, tanto positivos como negativos.

El hito del millón de visitantes, más allá de triunfalismos y alarmismos, plantea la necesidad de una reflexión profunda sobre qué papel debe jugar el turismo en el municipio. El que La Laguna atraiga visitas a un nivel que la sitúa en la primera división de los lugares patrimonio de la humanidad no tiene tanto que ver con su innegable atractivo como con su situación en un destino masivo cuya demanda se aleja progresivamente de la experiencia convencional del sol y playa. Vender la Isla como una experiencia turística integral tiene como contrapartida que los turistas que antes pasaban su estancia en la Isla entre el hotel, la playa y la discoteca presentan ahora una mayor movilidad, quieren experimentar los lugares auténticos del destino y relacionarse de una forma menos estereotipada con los residentes. Para La Laguna esto significa que el flujo masivo de visitantes va a seguir una senda que, en cierta medida, escapa a su control.

Las visitas a La Laguna están lejos de suponer una presión turística insostenible. Al menos si comparamos los 3.247 con los datos disponibles sobre los destinos patrimoniales europeos afectados por el overtourism, que refieren niveles de afluencia turística netamente mayores. La Laguna está lejos de la situación de Venecia, Florencia o Barcelona, pero eso no quiere decir que el impacto de este flujo de visitantes pueda quedar desatendido.

La percepción cotidiana del viandante lagunero sobre la presencia de turistas en la ciudad tiende a fijarse en los grupos de excursiones organizadas o en pequeños grupos de extranjeros poco o nada pertrechados para los rigores del clima local, que van o vienen hacia el tranvía o el intercambiador. Los datos recopilados para el diagnóstico previo a la Estrategia Turística apuntan a un perfil diferente: tres de cada cuatro turistas visitan la ciudad en coche, más de la mitad de ellos son españoles y cuatro de cada cinco visitan la ciudad en la franja que va de las 13:00 y las 18:00 horas. Con un gasto medio de 18,82?, fundamentalmente en bares, cafeterías y restaurantes, los excursionistas aportaron 21,7 millones de euros a la economía lagunera en 2017. En el otro lado de la balanza, los datos indican un impacto sobre el tráfico, los servicios públicos y el espacio urbano que no puede obviarse. Se hace preciso desarrollar estrategias para optimizar este flujo masivo de excursionistas, dirigidas no tanto a incrementar el número de visitantes como a mejorar sus parámetros de gasto, estancia y sostenibilidad. Es importante que los actores locales tomen conciencia de que los procesos de turistización de los centros urbanos no tienen como único resultado irreversible la homogeneización, banalización y gentrificación.

En contraste con la afluencia de visitantes, el flujo de turistas que pernoctan en el municipio es reducido, pero presenta tendencias relevantes. Los datos apuntan que la oferta y la demanda se concentran cada vez menos en los núcleos de la costa, mientras que el casco está ganando cada vez más pernoctaciones, tanto en alojamientos convencionales como en viviendas vacacionales. Esta última modalidad no es una novedad en el municipio, ya que desde hace décadas las viviendas vacacionales han sido el pilar de la actividad turística de la comarca del nordeste. Lo que es novedoso es que esta tipología esté proliferando en el centro urbano y que, junto a una oferta convencional renovada, hospede a turistas que buscan una alternativa a la oferta de los núcleos turísticos consolidados para disfrutar la Isla, que usan la ciudad como base o punto de conexión desde el que realizar diversas actividades. Así, junto al turista de negocios que es habitual en la ciudad, encontramos ahora parejas, familias y grupos más amplios que eligen La Laguna por el encanto de su entorno urbano y la variedad y diversidad de su oferta de ocio: turistas de otras islas, alemanes o franceses apasionados por el senderismo, familiares y amigos de estudiantes Erasmus, peninsulares que quieren conocer la Isla pero no ser tratados como ''guiris'', etcétera. Hay un largo camino por recorrer para enriquecer la experiencia de estos turistas y hacer que este producto emergente alcance mayor visibilidad dentro de la propuesta turística de la Isla, partiendo de la iniciativa y el emprendimiento local y con la vista puesta en la mejora de la calidad de vida de la población del municipio.

Este diagnóstico permite vislumbrar escenarios futuros más o menos deseables y, en particular, los riesgos asociados a una política turística reactiva, que deje que el desarrollo turístico del municipio siga el curso ''natural'' del mercado: mercantilización del espacio público, expulsión de empresas y residentes locales, banalización del patrimonio, saturación de las infraestructuras y recursos. De cara a plantear una estrategia para realzar el potencial que el turismo puede darle al municipio, quisiera destacar tres ideas: sinergias, gobernanza e inteligencia. Las sinergias aluden a la necesidad de que el desarrollo turístico de La Laguna se oriente por las sinergias con otras actividades ya presentes en el territorio, buscando la mejora de la calidad de vida local.

La gobernanza apunta como imperativo que la gestión y la toma de decisiones en el turismo adopten formas y prácticas orientadas por la transversalidad, la transparencia, el diálogo y el consenso. Por último, la inteligencia alude a la importancia de los activos tecnológicos y humanos necesarios para que la innovación, la competitividad y la sostenibilidad se conviertan en los ejes del turismo lagunero de la próxima década.

Desde el equipo de investigación de la Cátedra de Turismo de la ULL que dirijo estamos buscando aportaciones, ideas y sugerencias sobre cómo implementar estas tres ideas fuerza en una hoja de ruta para el turismo de La Laguna. Desde aquí animo a todos los actores, de dentro y fuera del turismo, a sumarse a esta iniciativa en las próximas semanas.

*Investigador de la Cátedra de Turismo Ashotel-Cajacanarias-ULL