La cultura con mayúsculas es una de las gratas y notables excepciones que, hoy por hoy, rompen las fronteras cantonales e internacionales con lemas escatológicos, tópicos sin base de los laboratorios que trabajan para los populismos extremos; posverdades -que son las peores mentiras- y mentiras con desparpajo, alegatos de gallinero y, entre tanto y tan obsceno barullo, el desprecio total por las necesidades reales y las aspiraciones cotidianas de los ciudadanos comunes. En esas estamos, cuando desde Hernani se anuncia la reapertura del museo Chillida-Leku, el mejor y más bello espacio expositivo creado y abierto en Europa a caballo de los siglos XX y XXI.

Ocupa y redefine un paraje singular por su geografía y rica historia, por su característica vegetación, trece hectáreas de llanos y lomos mansos tapizados con el verde tierno de Euskadi, y las estancias remodeladas de un caserío del siglo XVI, un hermoso edificio de dos plantas llamado Zabalaga, adquirido y recuperado con admirable rigor de la ruina absoluta.

Eduardo Chillida (1924-2002) localizó la mejor selección de su producción, esculturas de gran formato que van de las veinte a las sesenta toneladas combinadas con piezas de apenas un metro de altura; aceros en audaces y poderosos desarrollos; granitos de delicadas coloraciones; obras al alcance de los espectadores que pueden sentir, con el tacto libre, la fuerza y vibración de los materiales, acaso su valor más deseado.

En el interior, salvadas de la erosión al aire libre, elementos naturales, las creaciones que, en paralelo con los metales, trabajó el genio vasco a lo largo de su vida; piezas en alabastro, madera, lana; apuntes en grafito y acuarelas; series de dibujos anatómicos, antecedentes gloriosos de un plástico abstracto; pinturas al óleo y grabados que certifican sus innovaciones y méritos en las técnicas de la estampación; secuencias fotográficas de sus obras emblemáticas, como el insuperable Peine de los Vientos, que cierra la Playa de la Concha de San Sebastián.

Cerrado en los últimos ocho años por falta de entendimiento con las instituciones vascas, la disposición de la galería suiza Hauser & Wirth, y su importante contribución económica, han asegurado su futuro y la continuidad de las visitas a un lugar de referencia del arte contemporáneo.