Era difícil no emocionarse ante un testimonio de la solvencia y la categoría humana, como el que nos brindó Jesús Vidal en la entrega de los Premios Goya del pasado domingo. Solo bastó un hilo de voz para silenciar a la enorme sala, ponerla en pie y emocionar a todos desde el corazón y desde su poderosa razón. Terminada la ceremonia, seguramente cada cual se fue a su casa, a la de cada uno. Me los imagino hurgando en la mochila que la vida ha ido llenándoles de cosas, de unas poquitas alegrías, de fracasos, de algún que otro logro, de alguna pena y, sobre todo, de mucha rutina, de la buena y de la otra. Llena o medio vacía, esa mochila siempre resultó algo pesada, y lo peor es que a veces nos impide levantar la cabeza, para entre otras cosas, mirar de frente al desafío de la desigualdad. A menudo nos autoconvencemos de que otros vendrán y lo arreglarán, e incluso nos llegamos a creer aquello de que "¡pero si yo solo no puedo hacer nada!". En definitiva, pensamientos y actitudes defensivas y que creemos nos justifican, frente al desafió de la desigualdad, el que no hayamos hecho nada, absolutamente nada.

Si por mi fuera, hoy invitaría a cada una de las personas que nos emocionamos el pasado domingo, a reflexionar acerca de lo voluble de nuestros sentimientos. A cuestionarnos esa gestión que hacemos de las capacidades y que nos permiten pasar de sentir emoción, incluso llorar, a en muy pocos segundos hacernos olvidar y resituarnos en la otra realidad, en la de la mochila, en la de la rutina; en la de nuestro espacio.

Te invitaría a una aventura. Te propondría realizar un recorrido de vivencias, conocer historias distintas, ver un mundo muy próximo, y no por ello conocido. A participar de una realidad llena de vida, de dignidad y de amor. Una ruta donde tú mismo marcas los tiempos, y en la que sólo tú pondrás la fecha del inicio y el final de la misma. Aquí no se firma contrato de permanencia, porque la puerta siempre estará abierta para entrar y también para salir. Será tú compromiso, tú tiempo y tus ganas de hacer cosas por los demás, los que determinarán que esa experiencia se convierta en una aventura inolvidable.

En mi caso, hace poco más de dos años tuve la suerte de conocer AECC (Asociación Española Contra el Cáncer). Mi aventura desde entonces está allí, convencido de que hago falta y convencido también de que tú también haces mucha falta. Una asociación llena de vida y con la noble motivación de ayudar a los pacientes con cáncer y sus familiares, además de promover la investigación para luchar contra la enfermedad.

Emociónate y síguenos. Te esperamos, nos haces mucha falta.

*Miembro del consejo directivo de la Asociación Española de Directivos (AED)/Vicepresidente Consejo Social ULL