Estados Unidos no necesita ya cañoneras para derribar gobiernos que se le han vuelto díscolos o acabar con regímenes que no le gustan. Le basta con asfixiarlos económicamente.

Lo escribía el otro día en El País un periodista nada sospechoso de simpatizar con el régimen bolivariano: "Estados Unidos está estrangulando a Venezuela".

"En realidad -añadía-, la está destrozando. Es una destrucción que va muchísimo más allá de la capacidad o incapacidad de (Nicolás) Maduro para gobernar".

Tanto el presidente Donald Trump como el equipo de halcones del que ha sabido rodearse insisten una y otra vez, y repite el rival de Maduro, Juan Guaidó, en que "todas las opciones, incluida la militar, están sobre la mesa".

Estados Unidos está destruyendo ese país y Guaidó, el político de la oposición y presidente de la Asamblea Nacional, a quien EE UU y muchos gobiernos europeos se apresuraron a reconocer como presidente interino, va a encontrarse con una Venezuela "desangrada, bloqueada y desestabilizada", pronosticaba el comentarista.

No le hace falta a Washington esta vez enviar buques de guerra como ha hecho tantas veces en el pasado para derrocar a cualquier gobernante que antepusiera los intereses de su pueblo a los de las empresas norteamericanas, ya se llamasen United Fruit o Standard Oil.

No tiene ya que invadir y destruir a base de bombardeos un país como hizo otro presidente republicano con Irak después de que su dictador, Sadam Husein, al que EE UU había antes utilizado en la guerra de desgaste contra Irán, se le rebelara.

No, ahora le basta con decidir quién es el demócrata al que apoyar y conceder legitimidad frente al dictador que ya no gusta y ejercer todo tipo de presiones económicas, como hizo EE UU en su día con el Chile de Salvador Allende. Salvadas, por supuesto, las distancias entre Allende y Maduro.

Le basta convencer al mundo del que el país está sumido en el caos, que el pueblo sufre hambre, como ocurre en Venezuela, y que la culpa la tienen no los responsables de la asfixia económica, sino sólo quienes están al frente del Gobierno, que son unos ineptos y corruptos.

No consiguió EE UU su objetivo con Cuba porque entonces existía todavía la Unión Soviética, pero no cabe esperar que la actual Rusia de Putin o la todavía comunista China de Xi Jinping vayan a acudir en apoyo de Maduro, más allá de denunciar a EE UU en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Pero si sólo le importasen a EE UU los derechos humanos, otra sería su política hacia los mayores violadores de esos derechos como Arabia Saudí y demás dictaduras árabes con los que aquel país no duda en firmar suculentos contratos de venta de armas.

Ni habría presentado tampoco su presidente un proyecto de presupuesto con mucho más gasto militar, el mayor de toda su historia, y amplios recortes sociales. Ya vemos cuáles son sus prioridades.

Con el objetivo de deshacerse como sea de Maduro y su detestado régimen, Estados Unidos está ayudando a hundir a Venezuela en el caos sin que a sus halcones parezcan importarles cuáles sean las consecuencias para un pueblo cada vez más desesperado y polarizado.