El veterano cantante Miguel Ríos y el poeta Luis García Montero, ambos granadinos, serán los protagonistas del primer recital poético organizado por el TEA, acto que tendrá lugar mañana, lunes, a partir de las 21:00 horas, en la plaza del centro de arte de Santa Cruz de Tenerife. El martes le tocará el turno al cantante y compositor jienense Joaquín Sabina y al escritor madrileño Benjamín Prado.

Esta iniciativa, cuyas entradas se podrán retirar en la taquilla del TEA desde las 10:00 a las 20:00 horas, han sido organizadas como complemento de la exposición "Written Portrait", muestra que reúne una selección de fotografías y dibujos de la cantante norteamericana Patti Smith.

Miguel Ríos (Granada, 1944) es uno de los exponentes de la historia viva del rock en España, del que fue uno de sus pioneros. En activo desde los años 60, con su versión del "Himno de la alegría" vendió millones de discos en todo el mundo. Su álbum más conocido ha sido "Rock and Ríos", un doble directo editado en 1982. A lo largo de estos años su estilo ha variado desde el rock and roll más primigenio al sinfónico o, en los últimos años, el jazz con big band o el blues.

Luis García Montero (Granada, 1958), doctor en Filología Hispánica, es uno de los poetas españoles más destacados de su generación. La crítica asegura que en su obra se siente y se percibe la fusión de elementos vanguardistas heredados de la generación del 27 y de la reflexión moral del grupo poético del 50.

Este Premio Nacional de Poesía (1994), entre otros galardones, es el responsable de la antológica edición de las "Obras completas" de Rafael Alberti, con el que le unía una estrecha amistad.

García Montero aprovechará su visita al TEA, al igual que Benjamín Prado, para firmar ejemplares de sus últimos libros en la tienda del complejo cultural de Santa Cruz.

El autor granadino comenzará a las 19:30 horas a plasmar su firma en sus últimos títulos, sobre todo en "Mañana no será lo que Dios quiera", obra en la que el autor se adentra en la juventud del también poeta Ángel González, con la rigurosidad de un historiador y, al mismo tiempo, con la arbitrariedad y el punto de vista que sólo alguien tan cercano podría tener con el fallecido poeta.