Al director austríaco Michael Haneke le podrían haber dado la Palma de Oro de Cannes por merecerla desde hace tiempo, pero el jurado se la dio ayer por merecerla más que nunca. La razón se llama "Das weisse Band", depuración definitiva de su cine y una hermosa bofetada a la conciencia social.

Haneke, aunque ambienta su película en los meses anteriores a la Primera Guerra Mundial, sigue definiéndose como un experto en la representación mediática de la violencia y asegura con ironía que en la televisión sólo ve "el parte del tiempo".

¿Qué tiene la pequeña pantalla para haber detonado la crudeza de filmes como "Funny Games" (1997) o "La pianista" (2001)? En una entrevista con un grupo reducido de medios internacionales, el director austríaco explicó que "los medios determinan la relación con la realidad. Antes de la televisión sabíamos muy poco del mundo, pero éramos conscientes de nuestro desconocimiento. Ahora, nuestra conciencia del mundo ha sido creada por los medios y eso es muy peligroso, pues las imágenes manipulan y pervierten, consciente o inconscientemente, la visión de la realidad".

Por ello, para asaltar el festival de Cannes y llevarse su máximo premio, ha trasladado sus dardos contra los males actuales a una comunidad protestante del norte de Alemania durante los meses previos a la Gran Guerra.

La realidad de primera mano, en cambio, no es menos escalofriante para Haneke, que buscó con precisión el momento histórico a retratar. "Quería una historia situada en Alemania sobre el fascismo. Y me interesó mucho esta generación de niños que luego se hizo adulta en el periodo del ascenso de los nazis al poder", afirmó. Y así volvió a rodar en alemán, tras su idilio con el cine francés y su experiencia estadounidense filmando un remake de su propia película "Funny Games".

Para acercarse a la Gran Guerra, Haneke se leyó "una estantería entera sobre la educación y la vida en el campo en la época", y allí encontró el título para su película: en un lazo blanco ("Das weisse Band") que colocaban a los niños para recordarles que no pueden desviarse del camino de la pureza.

Esa pureza es la que Haneke asumió para la estética del filme. Su tono es educado y distante, potenciado con sobriedad formal en blanco y negro. Pero lo que subyace es el desasosiego que contagia esa infancia marcada por la rigidez moral. Primero son víctimas de ella, pero ¿en qué momento la convertirán en arma para su rol de verdugos?

"Los niños no son sólo el futuro, sino también el pasado. Desde que Freud entró en escena, no creo que quede alguien que piense que infancia es sinónimo de inocencia. Y dado que todos fuimos niños alguna vez, tenemos una gran responsabilidad hacia ellos", afirma.

El director de "Escondido" (2005) combina en su filmografía una profunda intelectualidad -macerada en estudios universitarios de Filosofía, Psicología y Teatro- con una vocación agitadora de conciencias dirigida al espectador, pues su reacción es el objetivo último de su cine.

"La película puede ser vista como un aviso, pero no sé cuán efectivo puede ser. Cualquier estudio sobre la naturaleza humana es interesante, pero considerarlo útil o no es una decisión de Dios", subrayó.

Dios, por su parte, está presente en su última película, pero neutralizado por sus portavoces protestantes, que lo traducen en violencia. "La religión es una expresión de nuestros deseos más profundos y nuestro esfuerzo por satisfacerlos. La sangre vertida en el nombre de la religión ha empañado esta idea que considero preciosa", argumentó.

Y su violencia, una vez más, llega de manera más eficaz a la platea dejándola fuera de plano. "Siempre he evitado mostrar explícitamente la violencia en mis películas. Me interesa lo que sucede antes y después del acto violento, cómo las relaciones entre personas están cargadas de agresividad", declaró.

Para "Das weisse Band", con tanta preparación, tanto cuidado y tanta carnaza para sus obsesiones, Haneke llegó a una versión final de tres horas y media, y contó con Jean Claude Carrière para dar con la pieza perfecta de dos horas y media que se alzó como la mejor película en Cannes.

"En Francia siempre gustan más mis películas en alemán y en Austria las que hago en francés", bromeó.

Los galardones

Mientras el director austríaco Michael Haneke se alzaba con la Palma de Oro del festival de Cannes por "Das weisse Band", el otro favorito de la crítica, Jacques Audiard, consiguió el gran premio del jurado, que presidió Isabelle Huppert, con "Un prophète", un retrato de un joven emigrante en una cárcel francesa. El galardón a la mejor actriz recayó en la actriz francesa Charlotte Gainsbourg, por su interpretación en la película más polémica de la 62 edición de Cannes, "Anticristo", de Lars von Trier. Por su parte, el austríaco Christoph Waltz consiguió el premio a la mejor interpretación masculina por su papel en la única película estadounidense del concurso, "Inglorious Basterds", de Quentin Tarantino. El galardón al mejor director fue para el filipino Brillante Mendoza por "Kinatay" y el destinado al mejor guión para Feng Mei por "Spring Fever", del realizador chino Lou Ye. El premio del jurado lo compartieron la película "Fish Tank", de la británica Andrea Arnold, y "Thirst", del coreano Park Chan-wook. Finalmente, el premio especial a toda la trayectoria fue para el cineasta francés Alain Resnais, que hace cincuenta años estrenó en Cannes "Hiroshima mon amour" y que este año presentó en concurso "Les herbes folles".