Si eres isleño

tu compañera es la mar,

son las olas del océano

que denotan su amistad

y el sonoro movimiento

de su vaivén sin igual.

Si eres isleño

aunque la tierra te rinda

y oigas vibrar la campiña,

el mar será tu secreto,

y la añoranza servida

la barca de esos tus sueños.

Si eres isleño

tus ojos se irán al mar,

a sus azules reflejos,

a su inmenso deambular,

y te turbará el silencio

si no lo oyes llegar.

Si eres isleño,

isleño de tierra y surco,

nostalgia serán los ecos

que propulsan con arrullo

marineros sentimiento

y las sendas de su rumbo

Juan Antonio López de Vergara y Batista

Gracias por la vida (fábula)

Mi corazón se despierta

palpitando de alegría

porque Dios ha permitido

que contemple un nuevo día,

para poder admirar

las maravillas creadas

y así poder comprender

que no estoy abandonada

de su poder y bondad,

pues me ha permitido

ver lo bueno y lo bello,

y también la maldad,

de la que tengo que apartarme

y de lo bueno disfrutar

para los días que esté aquí

mejor lo pueda pasar.

Un día triste llegará

que mis ojos no podré abrir

y ya no veré este mundo

ni en él volveré a sufrir.

En otro mundo estaré,

que no sé si será bueno o malo,

lo que sí espero que donde

[esté,

Dios me extenderá su mano.

Consecuencia moral de esta fábula:

No perder la fe en Dios y confiar en su misericordia.

Mª del Carmen Pinto Dorta

La brisa

"Para esa maestra"

Habla la brisa con el árbol

en su copa en lo más alto

agitando las ramas con sus

[hojas

de un día en el calendario.

Su fuerza la balancea

y la energía la atrapa

a este tronco en sus raíces

en esta tierra extraordinaria,

fluye la gran dulzura

a través de la luz del sol,

en la mañana temprana

que le alimenta en el calor.

Reparte un gran cariño

dosificando la atención

que expresa de corazón

y llegar a sus tallitos,

tallitos frágiles y melosos

que crecen con el amor.

A la sombra de tu árbol

que Nazaret cultivo,

Nazaret como gran mujer

y en la Biblia ciudad de

[Cristo

que llenas los corazones

de todos tus angelitos.

María Begoña Pestano Díaz