Una apasionante incursión en el mundo subterráneo de San Cristóbal de La Laguna le ha valido a Fernando Herráiz el 37º Premio Antonio Rumeu de Armas de Investigación Histórica, convocado por la empresa editora de EL DÍA y otorgado el pasado jueves por el jurado reunido en las instalaciones de este periódico. El autor, galardonado "ex aequo" junto a Oswaldo Izquierdo, se muestra "contento y agradecido" por este premio, el primero que se le concede y que considera "un gran impulso" para sus futuros estudios.

La historia que conduce a "El túnel de la calle Candilas" -título del artículo premiado- comenzó a comienzos de 2009, cuando y Jesús Tremps iniciaron un trabajo de campo que les llevó a descubrir la existencia de un corredor subterráneo. Pese al tiempo transcurrido desde su construcción, que probablemente se remonta al siglo XVI, la obra se hallaba en buen estado, con los lógicos desperfectos debidos a la erosión y a la falta de reparaciones. Herráiz estima que la labor de mantenimiento compete al Ayuntamiento de La Laguna. "Cuando encontramos el túnel -recuerda-, lo pusimos en conocimiento de la Concejalía de Patrimonio, que encargó un informe a la Universidad de La Laguna, estudio del que aún no hemos sabido nada".

El autor considera que la corporación actuó "correctamente" al pedir el informe de los especialistas de la ULL, pero constata que sus responsables, al tener noticia del hallazgo, "no demostraron especial interés en el tema". En este sentido, comparte las opiniones recientemente expuestas en EL DÍA por el historiador tinerfeño Álvaro Santana, quien denuncia una política municipal de atención al patrimonio orientada sólo a los edificios nobles y a la obra monumental, pero que olvida las casas terreras y otras construcciones "sin abolengo" que hoy agonizan en el trazado urbano de Aguere, motivo por el cual ha hecho llegar su queja a la Unesco.

Vía para contrabando

Respecto al fin primigenio del túnel de la calle Candilas, Fernando Herráiz precisa que la tesis más sólida es, en su opinión, la que apunta a su uso "como vía para el contrabando". La construcción pasaba originalmente por las inmediaciones de dos de los más importantes depósitos de grano o graneles donde la Iglesia guardaba sus diezmos; uno de ellos se hallaba en la calle Candilas y otro, adosado a la iglesia de La Concepción por la misma vía urbana.

Según explica Herráiz, el ayuntamiento, para abastecer a la población y combatir las hambrunas, no dejaba sacar trigo y obligaba a sus dueños a venderlo a precios regulados. La prohibición municipal llevó a un enfrentamiento entre los poderes civil y religioso, de hecho el ayuntamiento fue excomulgado por no dejar sacar los granos que pertenecían al Obispado, que veía lesionados sus intereses. En este contexto "y dada la estructura, situación y trayectoria del túnel, lo más probable es que el cometido original de la obra fuera propiciar el contrabando" de dicha especie.

Cómo una obra de semejante valor histórico ha pasado inadvertida hasta ahora es una pregunta a la que Herráiz da una respuesta rotunda: "Nadie se ha interesado por ella. Pero mucha gente sí sabía de su existencia, por eso quisimos seguir las pistas más serias y apoyarnos en nuestro trabajo de investigación para no publicar meros rumores, sino datos contrastados"

Escritor, ensayista y músico, Fernando Herráiz ha escogido la línea de la investigación histórica como vía de desarrollo profesional. A él se debe el libro "La Laguna oculta. El cielo y la piedra", donde ya se informa sobre esos antiguos pasadizos que aún recorren la ciudad de los Adelantados. El estudio de ese mundo subterráneo no está cerrado, de hecho Herráiz anuncia una segunda publicación en la certeza de que bajo el suelo de Aguere "hay dos o tres pasadizos más e incluso alguna cripta".