El escritor Miguel Delibes, fallecido el viernes a los 89 años de edad, entró en el lugar de los escogidos después del funeral oficiado ayer al mediodía en la catedral de Valladolid, su posterior incineración y el depósito de las cenizas en el Panteón de Ilustres de la ciudad.

Un gran clamor popular, de emoción y devoción apenas contenidas, acompañó al féretro desde la capilla ardiente, instalada en la Casa Consistorial, hasta el templo catedralicio, que escoltó varios millares de personas a lo largo de todo el itinerario por el casco histórico.

El compromiso humano y cristiano del escritor fallecido fue destacado por el administrador diocesano, Félix López, durante la homilía, pronunciada en una abarrotada catedral donde, además de los siete hijos de Delibes, se sentó la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega.

Al término de la ceremonia, desde el mismo altar, el primogénito de Miguel Delibes, el biólogo del mismo nombre, agradeció las numerosas pruebas de afecto a la familia y a la figura de su padre, "que en los últimos tiempos tenía más ilusión en la otra vida que en ésta".

El último paseo

Un solemne silencio, sólo roto por aplausos y espontáneos gritos de "maestro", acompañaron al cortejo fúnebre de Miguel Delibes, en el que fue su último paseo por el centro de la ciudad que le vio nacer.

Pegaba de plano el sol del mediodía en la fachada del Ayuntamiento cuando salió por el portón el féretro del escritor, portado por nueve familiares y escoltado por miembros de la Policía Local ataviados con traje de gala.

Sentados espontáneamente en las gradas de Semana Santa situadas frente al Consistorio, congregados en fila rodeando el edificio, siguiendo a pie el cortejo o encaramados a los barrotes que bordean la catedral metropolitana, ciudadanos de todas las edades se concentraron para rendir un cálido homenaje al fallecido escritor.

Encabezado por dos vehículos funerarios, desbordados por una muestra representativa de las decenas de coronas de flores, el cortejo partió hacia el templo pasadas las doce de la mañana, después de que algunos de sus familiares se reunieran y se dedicaran unas palabras de ánimo abrazados, haciendo una piña.

Desde ayer, los restos de Miguel Delibes, el último grande de la literatura, reposan en el Panteón de Vallisoletanos Ilustres del cementerio de El Carmen, en compañía de otros escritores como José Zorrilla y Rosa Chacel, pero sobre todo cerca de su amada Ángeles, como él quería.