Un mar de nubes place en los caminos
y la floresta. Un rudo y flaco mago
con manta tira de dos bueyes blancos,
-pisadas que delatan poca prisa:
encierra nuestra tierra verdadero
saber de arcanos tiempos de los guanches-,
con rumbo a los establos donde paja
y alfalfa expulsan con la bosta aroma
por los hermosos campos de Nivaria.
Hay quien teme y predice con certeza
que dos corujas vuelan con escoba
los días de agua recia con tormenta.
La tierra de los míos, en conjunto,
es selva de brillantes luces: tibios
sonidos de barrancos y hondos valles,
teniendo al guirre como rey del cielo.
Verde, verde palmera sobre el norte:
dorado sobre el sur con negras playas.
Los gladiolos y las flores de pascua,
-con destino a Holanda y Gran Bretaña-:
Las tierras rosas y geranios rojos
adornan los jardines de mi tierra.
De pueblo en pueblo con mis torpes ñames
camino y saco fotos a sus montes.
Un mundo nuevo de colores bellos,
habitado por gente generosa.
José Ramón Landazabal Sabugo