La historia de la dirección orquestal en España no puede entenderse sin la aportación de Edmon Colomer, un músico de largo recorrido cuya trayectoria se cruzó con la de la Orquesta Sinfónica de Tenerife en dos años cruciales: 1985 y 1986. Sobre esa base se erigió un proyecto -el de la modernización del conjunto isleño- que Víctor Pablo Pérez desarrolló a lo largo de dos décadas. Asiduo invitado durante dicho periodo (y olvidado en el más reciente), el director catalán vuelve al podio de la que fue su orquesta para afrontar los dos primeros conciertos con los que se conmemora el 75 aniversario de su creación. Música española y obras de compositores canarios componen un programa que se interpretará hoy y mañana, a las 20:30 horas, en el teatro Guimerá.

A comienzos de este año se produjo su fichaje por la Filarmónica de Málaga, una de las más jóvenes del panorama español.

Es una orquesta que tiene veinte años, muy nutrida en cuanto a efectivos, que la pasada temporada carecía de responsable. Después de haberla dirigido en un par de ocasiones como invitado, sus responsables me ofrecieron hacerme cargo de ella en calidad de director titular y artístico. Y acepté.

Parece obvio que la figura del director titular es fundamental para el normal desarrollo de una orquesta, pero hay gestores que lo cuestionan.

Quien cuestione la necesidad de un director titular no conoce el mundo de las orquestas. Éstas son entidades especializadas que necesitan de criterios rectores, una cabeza que sepa cómo gestionar la vida del grupo. La figura del director titular es fundamental, sin reservas ni paliativos.

Se le recuerda como el director que propició la transición entre la orquesta tradicional y la orquesta moderna en que luego se convirtió la OST. ¿Qué recuerdo tiene de aquella etapa?

Mi relación con la Orquesta Sinfónica de Tenerife en este periodo de transformación fue tan intensa que ha dejado en mí una huella imborrable, de hecho marcó mi trayectoria profesional. Aquel fue un periodo de turbulencias y contradicciones, ya que hubo que tomar decisiones impopulares y difíciles, lo que generó fracturas y algunas tensiones internas, pero en general conservo un recuerdo afectuoso de aquella etapa. Y puedo afirmar que la OST es muy querida por mí.

En aquel tiempo tuvo en sus manos otro gran proyecto: poner en pie la Joven Orquesta Nacional de España, a la que dirigió entre 1983 y 1995. ¿No ha perdido proyección la JONDE?

Puede ser. No obstante hay que tener en cuenta que aquella fue una etapa en la que la orquesta tenía que cubrir muchos frentes, promocionar a los músicos que conformaban la plantilla y, a la vez, divulgar el trabajo musical del conjunto junto a sus resultados. Si entonces tuvimos éxito y proyección pública, es porque había razones artísticas que lo justificaban.

En España las orquestas están mayoritariamente sostenidas con fondos públicos. ¿Cuándo va a entrar el sector privado en este campo o, dicho de otro modo, cómo se le puede atraer para que invierta en él, como ya sucede en el mundo anglosajón, donde se ha incorporado la esponsorización y el márketing?

Cuando cambie la Ley de Mecenazgo. Sin un cambio en esta norma que permita incentivar a quien invierte en cultura la situación no va a cambiar y, en tanto no cambie, las orquestas van a seguir siendo subvencionadas.

Usted ha estado siempre en contacto con los jóvenes. Si la música clásica necesita un relevo generacional del público, ¿no está tardando en producirse?

Sí, está tardando en producirse. En mi opinión, se debe a que los planes educativos no han avanzado lo suficiente por lo que respecta a la música; sí lo han hecho en los centros específicos, pero no en la "escuela normal". Este es un problema grave. Otro es la competencia feroz y desigual que la música con mayúscula, la música entendida como arte de los sonidos, debe librar con la banalidad, con la música comercial y el audiovisual omnipresente en nuestras vidas. Todo ello contribuye a que este arte no tenga la debida proyección social.

Tras dos décadas en las que España ha invertido en la creación de orquestas y auditorios, ¿piensa que la crisis puede hacer que las administraciones se replanteen la viabilidad de estos proyectos?

Sí, lo temo. Y lo temo sinceramente porque la crisis es tan real, tan acusada, que en el ámbito público se van a establecer prioridades. Si la cultura, y por extensión, la música, no forma parte de esas prioridades, el dinero irá a parar a otras áreas. Sin embargo, en una sociedad avanzada como la nuestra los políticos deben entender que sin cultura no hay crecimiento y sin crecimiento no hay futuro. Es el pez que se muerde la cola. No hay dinero para la cultura, pero la cultura es uno de los instrumentos que pueden ayudar a que una sociedad como la nuestra salga del apuro en el que está.

Sin rencor

Mientras Víctor Pablo Pérez dirigió a la Sinfónica, Edmon Colomer colaboró periódicamente con la orquesta tinerfeña, colaboración interrumpida en los últimos años. "Siempre he reconocido que Víctor Pablo se portó muy bien conmigo mientras él estuvo al frente de la orquesta", aduce el maestro barcelonés, quien opina que, "de todos modos, las personas no tenemos por qué prolongarnos indefinidamente en nuestros cometidos. Todo en la vida tiene su etapa. Antes era legítimo que se me invitara y ahora la situación es otra, pero he de decir que no estoy en absoluto resentido". Con este talante, Colomer afronta dos noches dedicadas a los compositores que han enriquecido el catálogo de la OST a lo largo de las décadas. La primera parte del programa incluye piezas de los canarios Santiago Sabina (primer director de la orquesta), Manuel Bonnín Guerín, Francisco Delgado, Emma Martínez de la Torre y Agustín León Villaverde, mientras que la segunda estará formada por piezas de Ruperto Chapí, Joaquín Rodrigo, Joaquín Turina, Jesús Guridi, Enrique Granados y Gerónimo Giménez.