De Jeffrey Brown conocíamos su gusto por las historias personales, por los cómics autobiográficos en los que destripaba sus relaciones amorosas. Lo que nadie sospechaba era su amor incondicional por los felinos, una pasión que el dibujante ha registrado en su último libro, "Los gatos son raros".

"Tenemos tendencia a explicar el comportamiento animal en términos humanos, pero los gatos hacen cosas por razones misteriosas que nosotros no comprendemos. Aunque no hablen, la mayoría tienen pensamientos, personalidades y comportamientos humanos", explica Brown en una entrevista con Efe.

El ilustrador no se devanó los sesos en busca de inspiración, ya que ha tenido varios mininos a lo largo de su vida. "Ahora mismo no vivo con ninguno, pero mis hermanos y amigos sí. ¡Hasta mi suegro tiene una granja de gatos!", revela.

Muy a su pesar, el dibujante tuvo que deshacerse de su último gato: "Lo devolvimos a su anterior dueño porque mi mujer se quedó embarazada y sus alergias empezaron a molestarle demasiado. Además, no nos entusiasmaba la idea de que nuestro bebé estuviera todo el rato cubierto de pelos", recuerda.

El autor, que ya había dedicado un primer libro a su mascota preferida ("El gato saliendo de una bolsa"), nos ofrece ahora en "Los gatos son raros" (La Cúpula) esta segunda entrega de su particular manual gatuno, una estupenda recopilación de divertidas anécdotas.

"Quería escribir algo bonito e inocente, feliz y positivo. En definitiva, algo que mi madre pudiera disfrutar. Y ha habido suerte, porque el otro día me dijo que, entre todos mis libros, éste es su favorito", afirma Brown, cuyos dibujos oscilan entre el color y el blanco y negro.

"Estuve pensando en la posibilidad de hacer un calendario, posiblemente en color, y algunas de esas ideas fueron a parar a este cómic. Por otra parte, algunas tiras funcionan mucho mejor en blanco y negro, así que opté por combinar ambas técnicas", analiza el dibujante estadounidense.

Las viñetas, en ocasiones, ceden su espacio a ilustraciones de página entera, realizadas con una precisión casi fotográfica. "Es otra forma de decirle al lector que todo lo que cuento es cierto. Mis cómics están basados en la vida real, lo mismo que estos gatos", puntualiza Brown, que siempre ha destacado por su calidez narrativa.

"Sólo intento contar historias de la manera en la que lo haría con mis amigos. Y de forma divertida si es posible. Creo que la mayor parte de mi trabajo consiste en elegir esos momentos y barnizarlos para que tengan relación con la vida real", expone.

Los gatos de Brown, al menos de momento, no protagonizarán un tercer cómic. "Mis tres primeros libros fueron autobiográficos, y llegué a ser conocido como ''ese tipo al que le han dejado tantas novias''. No me apetece convertirme en ''el chico de los gatos", asegura el autor.

Para tranquilidad de sus seguidores, el ilustrador ya tiene ideas para dos nuevos libros: "Uno es la expansión de ''Process'', que viene a ser un resumen sobre mis métodos para hacer cómics. El otro es una recopilación de historias sobre la paternidad y la religión, de cómo crecí en una iglesia donde mi padre era ministro y cómo me he convertido posteriormente en un ateo convencido", anuncia.