Gonzalo Rojas, escritor chileno galardonado en 2003 con el Premio Cervantes y fallecido ayer en una clínica de Santiago, se consideraba "un poeta del asombro", "lentiforme" (los que no se apresuran), y a sus 93 años se sentía "como un jovenzuelo" que, como tal, no temía a la muerte y pensaba que iba a vivir mucho.

Su obra, dijo en una ocasión, "está marcada por el asombro", lo que no tiene nada de raro, porque el asombro "es el encantamiento desde el cual nosotros escribimos" y que "me fascina", añadía.

Rojas sostenía que no es necesario versificar para ser un poeta del asombro y consideraba como tales al pintor chileno Roberto Matta y al escritor mexicano Juan Rulfo, "que no escribieron ningún verso, pero el asombro los hizo asomarse al prodigio de ser".

El poeta chileno, buena parte de cuya obra confronta la muerte y el amor, estaba convencido de que los poetas son también sujetos del azar. "El poeta es un sujeto del azar en quien la poesía se encarna a través de la palabra", aseguraba.

La poesía, decía Rojas, "es erótica, tanática, pero también de la inmediatez, parcamente sociológica, social y política".

Sobre la muerte, sostenía que no hay que temerla, "pues va con uno desde el instante en que nace".

Recibir el Premio Cervantes le llevó a exponer toda su admiración por el autor de "Don Quijote", a quien consideraba también un poeta cuya obra máxima perfectamente se puede declamar y "suena tan bonita".

Cervantes era para Rojas "el portento que lo dijo todo en una lengua que es un prodigio".

Pese a su condición reconocida de "lentiforme", Rojas dio a la imprenta obras como "La miseria del hombre", "Contra la muerte" y "Oscuro", que supuso su consagración en 1977. "Sí, me demoro, me fastidia la prisa, no entiendo la celeridad ni la publicidad, ni los famosos premios, aunque le caigan a uno", contaba al respecto un autor que en 1992 ganó el Premio Nacional de Literatura de Chile y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Carlos Fuentes y José Donoso consideraron que los frecuentes seminarios y encuentros literarios que Rojas organizó en los años 50 y 60 contribuyeron a la gestación del llamado "boom" latinoamericano. Desde entonces, no cesó de moverse por el mundo. Los viajes aportaban, según admitía, "una vibración intensa" a su creación literaria, sobre todo por ser de Chile, país que determinó en él "una insularidad muy fuerte".