"CREO que la danza es la celebración de lo que nos hace humanos. Cuando bailamos usamos de una forma muy natural los mecanismos de nuestro cuerpo y todos nuestros sentidos para expresar alegría, tristeza, aquello que nos toca el corazón. La gente baila para celebrar los momentos cruciales de sus vidas, y nuestros cuerpos llevan el peso de la memoria de todas las experiencias humanas posibles".

Así empieza el mensaje del Día Internacional de la Danza de 2011, escrito por la belga Anne Teresa de Keersmaeker. Es sintomático que el encargo se le haya hecho a una bailarina y coreógrafa como Anne Teresa, que allá por 1983 conmocionó al mundo de la danza con su pieza "Rosas danst Rosas" (Rosas bailan rosas) por su trabajo vanguardista y arriesgado en el que la estructura cobraba protagonismo sobre el intérprete. Veintisiete años después se sigue representando y aún es polémica. Mucho ha cambiado en el mundo del movimiento y del trabajo con el cuerpo en este tiempo; otras cosas, sin embargo, siguen casi inalterables en ciertas estructuras públicas y privadas, y lo que me resulta peor, en los pensamientos de las personas que albergan.

"La poesía es indispensable, pero me gustaría saber para qué", decía Jean Cocteau, y se me antoja que esa idea es extensible a todo el arte, no solo al poético. También creo que esa frase es cierta, o al menos esconde un tipo de certeza en la que yo quiero creer; algo referido al arte que, aunque lo hace inasible, también lo hace al mismo tiempo necesario.

Seamos pragmáticos: si el arte no fuera necesario ya hubiera desaparecido. El arte es capaz de explicar mejor que la filosofía el significado profundo de las cosas y nos ayuda a conocer y modificar nuestra propia realidad. Y nuestra realidad es contemporánea siempre.

Nuestra realidad es nuestro día a día, en la época que nos ha tocado vivir, con sus convulsiones, sus crisis y sus cosas buenas. Lo que consideramos ahora tradicional es lo que otros crearon en su propio momento con toda la originalidad que les era posible, y por eso mismo, para preservar nuestra memoria en el futuro, es por lo que hay que defender hoy lo contemporáneo.

Decía Jude Kelly, la fundadora de Metal Londres, que "las certidumbres repiten modelos conocidos; en cambio, los presentimientos proporcionan nuevas posibilidades". Sin embargo, nos dejamos hipnotizar por el entretenimiento y la industria de la diversión, que todo lo invade, y acapara un mercado que ya no deja posibilidad de respiración para otras propuestas escénicas. El daño no se hace solamente sobre la estructura; la brecha entre el creador y el público se agranda cada vez más y no hay un único responsable: necesitamos que el artista no se aleje de las necesidades de los ciudadanos, ni que se regocije de ser un incomprendido como única manera de poner en valor su trabajo ante el extrañamiento general.

Es necesario que los artistas comprendan que su trabajo debe ser accesible y que solo se completa cuando entra en relación con los públicos para los que se crea. En muchas ocasiones tengo la sensación de que los artistas piensan que su público son ellos mismos. Afortunadamente no todos actúan así, y hay muchos creadores honestos con su arte y sinceros con sus espectadores.

Necesitamos también que el espectador sea consciente de su propia creatividad y no se deje adormecer por las propuestas masivas; un espectador curioso que busque la información que necesita para analizar espectáculos más arriesgados, y que no juzgue a la primera, que se dé tiempo a sí mismo para adecuarse a las nuevas ideas y las innovaciones que los creadores generan.

Asumiendo estas dos premisas, necesitamos gestores a los que se les deje hacer su trabajo y programaciones diferentes: permitir el crecimiento en paralelo de los artistas y sus públicos, ser creativos en los planteamientos, sumergirse en la reflexión y el diálogo para impedir caer en esas certidumbres de las que hablaba Kelly, en lo ya transitado, en lo efímero y volátil. Tender puentes entre creadores y públicos, teniendo en cuenta su pluralidad, pero también su diversidad, pues en tiempos de crisis es aún más urgente formar ciudadanos emancipados, y desarrollar una sociedad creativa e imaginativa.

Celebremos la danza. De eso hablaba.