DE TIERRAS del Principáu d''Asturies, que fundara Juan I de Castilla en el año 1388, es este intelectual que hoy asoma a este eximio diario: Marcelino Menéndez González.

Este vocero de la palabra nace en Lugo de Llanera, concejo de los más importantes de este Principado de Asturias, entre otras cosas, por sus vestigios arqueológicos, además de ser, en tiempos del geógrafo Ptolomeo, ciudad romana amurallada mentada, Lucus Asturum, asentada en esta parroquia, entre el espacio que ocupó la desaparecida iglesia de Santa María de Lugo y el cerro del Canto de San Pedro.

Quizás a Marcelino le naciera su afición a la escritura por sus paseos tempranos por la ruta del Cares o los lagos de Covadonga, o por las historias narradas por mayores por las fiestas patronales, mientras se degusta el vino y el "bollu preñao", para seguir siendo una constante en su emigración a la taifa de Murcia, que fundara el califa Abu Abd al-Rahman Ibn Tahir, en el siglo XI, donde hoy reside.

Marcelino Menéndez González es un hombre pródigo y laborioso, claro en el lenguaje, como así lo constata su numerosa bibliografía, destacando en poesía: "Reflexiones y pensamientos", editado en México; "La fragilidad del cristal", en Austin (USA); "Sutilezas", "Puzzle de poemas". En prosa: "Semblanzas oaxaqueñas", "La búsqueda", "Agonía y muerte de una mujer lacandona"; o, para hacer reflexionar, entre otros, su libro de pensamientos: "51 pensamientos desconocidos e ignorados". Pero su verbo ha sido laureado en diversidad de ocasiones: finalista en el XV Certamen de Poesía del Centro de la Mujer, de Cartagena; finalista en el VII Certamen de Poesía Leonardo Cercos, de Palma de Mallorca; primer premio en la VII Edición del Certamen de Cuadernos Culturales Monroy, de Cartagena; finalista en el III Concurso de Poesía de la Asociación Cultural Miraverde, de Torreagua; segundo premio de Poesía por la Universidad Carlos III, de Madrid; segundo premio en el certamen literario de Lírica de Alguazas, Murcia, entre otros.

Eminente escritor, es un incansable lector, y por ello siempre con él un libro, inclusive en su época de veterinario, en los asuetos que daba la profesión para librar de la savia de otro: Xuan Bello, Vicente Medina, Díaz Cassou...

Concluyo este bosquejo de este amigo, preclaro profesor de Lectura, Marcelino Menéndez González, con su poema titulado "Los pasos que nos quedan". Dice: "Como si la luz fuera asomándose temerosa / ante las sombras, nos vamos dando cuenta / que aprendemos a vivir después de que la vida / se nos ha pasado, buscando soluciones / entre pesares y alegrías, añoranzas y futuro, / queriendo atrapar el goteo del tiempo ido, / ante la dictadura de las horas. / Hemos perdido en ese caminar multitud de pequeños / detalles y, ante nudos de nostalgia, nos surge / algún perdido recuerdo de la infancia, algún momento / especialmente vivido y aquello que ocurrió / por algún motivo y cuando menos se esperaba. / Fueron sensaciones que emanaron de circunstancias / diversas en las que -sin saberlo- pusimos rejas / en nuestras ventanas que nos impidieron tocar las flores / que adornaban nuestra vida de libertad y nos privaron / de su aroma, dejándonos en un oasis ante el deseo / de nuestros propósitos y anhelos. / Hoy ya no juzgamos los títulos antes que los contenidos / y necesitamos, sin embargo, los puentes para cruzar / con los pasos que nos quedan, sin olvidar, eso sí, / que el agua de un río no pasa dos veces por el mismo lugar".