y no te encuentro.

Al lado

del viejo árbol

reposas

tras tu mente.

Titilan las bombillas,

los gallos acucian al alba.

Los coches derrapan en las esquinas.

Vivimos en la burda madrugada.

Brama Poseidón a lo lejos,

haciendo volar su peso

contra las desnudas rocas.

Mi amor es prófugo,

cautivo de las horas prohibidas.

La bóveda celeste se desdibuja

bajo el sol que proyectan las farolas.

Pero tú brillas como ninguna,

sola.

Te vales,

hasta que anuncie la aurora.

legar

ce la fuerza,

dice el antiguo proverbio.

David Olaya Socas