El crítico de arte y cofundador del grupo Dau al Set Arnau Puig ensalzó ayer la "gran personalidad" de Antoni Tàpies y aseguró que sus obras eran fruto de su necesidad de plasmar sus inquietudes, indecisiones y angustias, lo que provocaba una "sacudida en la conciencia".

Puig resaltó la dureza y la espiritualidad de los trabajos de Tàpies: "A través del arte, representaba los arañazos, las lágrimas y el sudor de la gente".

Puig lamentó la muerte de su amigo, con el que en plena posguerra fundó el grupo Dau al Set -junto a otros artistas-, y concluyó: "Ahora ya solo quedo yo".

Por su parte, la historiadora y crítica del arte Victòria Combalia aseguró que, con su muerte, se pierde "al artista español más importante de la segunda mitad del siglo XX".

Victòria Combalia, autora de varios libros sobre la figura y la obra de Tàpies, lo considera una "figura capital del arte internacional", equiparable a lo que representaron para la primera mitad del pasado siglo artistas de la talla de Picasso o Miró.

"La principal idea de su arte consiste en sacralizar lo profano; nos habla de temas eternos de la naturaleza humana, como la muerte y el amor", destacó Conmbalia de su obra.

"Tàpies fue un artista radicalmente vanguardista, y fue muy influyente en los artistas jóvenes de toda España, como Miquel Barceló, Frederic Amat, García Sevilla o Susana Solana, para quienes representaba como un ''padre artístico''", indicó.

Para el escritor y director del centro barcelonés Arts Santa Mònica, Vicenç Altaió, Tápies era "un sabio en el sentido más profundo del término", que provocó una gran revolución en su generación, hablando de cerca de los temas más profundos y controvertidos de la sociedad como la religión y la sexualidad, según dijo tras conocerse el deceso.