"El domingo 19 de diciembre del 2010, publicamos el boceto del Mencey Bencomo en Acuarela sobre papel, con la promesa de mostrarles el cuadro definitivo de 2 metros que hoy reproducimos."

REFLEJABA su haz de luz el sol de mayo sobre la montaña dorsal de Tenerife. 1494. Imobac Bencomo acechaba en lo alto de la loma. Hacía señales a su hermano Tinguaro, que había acudido a Acentejo con 300 de sus guerreros de élite. Surcaba el barranco un breve hilo de agua. El ganado pastaba, despreocupado, cerca del cauce. El mercenario Fernández de Lugo, invasor intolerable de nuestra tierra hermosa, asesino de inocentes en nombre de su botín y de sus reyes, mandaba a sus hombres, todos a caballo, dificultados por el follaje de la quebrada, nerviosos por el silencio previo a la batalla. El Rey Grande contemplaba, sereno, la escena. Había cumplido 70 años. Era un hombre sabio y justo, que se vio traicionado por su amigo el de Güímar.

Y, de pronto, tronó la pólvora. Fue el invasor recibido con piedras. Se luchó cuerpo a cuerpo en el barranco, primero españoles contra los emboscados de Tinguaro; luego, ante el ejército del mencey de menceyes. 1.000 mercenarios quedaron sin vida en el campo de batalla. El de Lugo huyó, despavorido, hacia su campamento, cerca de la Laguna, pero una piedra certera le alcanzó por el camino y se llevó con ella varios dientes del español miserable. Antes inmoló a un soldado, a quien le entregó su capa roja y le quitó su montura. Las piedras llovieron entonces sobre aquel desgraciado, que quedó tendido en el fondo del barranco, confundido con el jefe de la tropa invasora.

Pero el número y el armamento de los invasores se impusieron a los banots y a los tamarcos y Bencomo sucumbió meses más tarde en La Laguna, junto a su hermano Tinguaro, ante un número elevado de españoles llegados de la isla de enfrente. Los menceyes del Sur habían sido engañados vilmente por los de Lugo y no dieron cobertura a su colega del Norte, que luchó con sus tropas y cayó en Aguere, unos dicen que a manos de un desarrapado, Martín Buendía, que le clavó una lanza cuando Bencomo reagrupaba a los suyos en San Roque. Era noviembre de 1494. Una fecha negra para nuestra historia.

En todo caso, páginas de gloria de nuestros valientes. Bencomo es un héroe nacional canario. La historia se ha encargado de reivindicar su figura, para nosotros legendaria, honesta y cabal. Mencey de menceyes, más dios que rey, fue quien mantuvo la dignidad del canario frente al invasor que vino a quitarnos nuestras tierras, a asesinar a los niños y a violentar a las mujeres. Mercenarios y sinvergüenzas reclutados en las cárceles por el de Lugo.

Andrés Chaves