Traje impoluto, sonrisa deslumbrante, piel retostada, arquitectura capilar y pose afectada. Es Luis Miguel, el que mejor encarna el ideal romántico a ambos lados del Atlántico gracias a un color y un poderío vocal que han puesto en ebullición esta tórrida noche madrileña.

Mucho antes del nacimiento del metrosexual, existió la figura del galán, a la que el mexicano ha dedicado buena parte de sus treinta años de carrera, convirtiéndose en un experto en el centrifugado de feromonas.

Mujeres, mujeres y más mujeres han copado la mayor parte de las 15.000 butacas dispuestas hoy en el Palacio de los Deportes de Madrid, el aforo completo dispuesto para el primero de los dos conciertos que el artista ha programado en la capital, cerrando con ellos la que ha sido su primera gira española en cinco años.

A sus 42 años, el ídolo rubio sigue despertando pasiones y sus fans de siempre, sus "incondicionales", han vuelto por una noche a los tiempos del pancarterismo, las camisetas ilustradas y los gritos de euforia preadolescente.

Su último disco, "Luis Miguel" (2010), en principio la excusa para este reencuentro musical, no ha pasado de lo anecdótico.

Más de una treintena de álbumes publicados y 60 millones de copias vendidas dan para solventar de sobra un repertorio con "un poco de todo", como ha dicho él, esto es, boleros, rancheras, baladas y canciones más movidas, en parte escogidas por sus seguidores a través de su web oficial.

Quizás por este tipo de atenciones, y porque ya son muchos años de querencia mutua, su público ha perdonado al divo la calidad del audio, que por momentos ha hecho ininteligibles sus palabras, y los 20 minutos de retraso en el comienzo del concierto.

El público en pie ha recibido con pañuelos, aplausos e histeria al artista que, enfundado en su sempiterno traje oscuro pese a las altas temperaturas, ha arrancado el concierto con "Te propongo esta noche", "Suave y "Con tus besos", acompañado por una banda de doce músicos con una sólida sección de viento.

"Muy buenas noches, Madrid", ha dicho el cantante, dando "gracias, gracias y gracias" uno por uno a todos los segmentos del palacio. "Aquí cerramos la gira, es un placer que sea con un público tan bello como ustedes", ha añadido para regocijo del público.

Entre aplausos, el cantante les ha propuesto un juego: registrar el nivel de su "pasión" con la ayuda de un medidor proyectado en las pantallas que en la prueba, obviamente, ha llegado a la zona roja de saturación, aunque al final haya habido opiniones para todos los gustos.

En este concierto estructurado por bloques, el primer turno ha sido el de sus famosas revitalizaciones de boleros como "Tres palabras" o "La barca", que ha puesto al público a cantar, quizás obligado por el audio, aunque después haya arrancado más de un suspiro de gusto colectivo con sus requiebros vocales.

Una versión más movida de "Bésame mucho" ha cerrado esta parte, en la que han sonado también las imprescindibles "Somos novios", "No se tú", "El día que me quieras" y "Por debajo de la mesa".

Después ha llegado el turno del charro, con temas como "Que seas feliz", "De qué manera te olvido" y "La Bikina".

A su faceta de ''crooner'', que ha clavado con "Come Fly With Me", y un dúo virtual junto a Frank Sinatra, le ha seguido el bloque de las baladas, con "No me puedes dejar así", "Te tengo que olvidar" y, cómo no, "La incondicional", con gran aplauso final.

Durante las canciones más movidas, que han irrumpido con "Esa niña" y "Un hombre busca a una mujer", ha aprovechado para estrechar manos bajo la férrea supervisión de un guardaespaldas, que impedía que fuese absorbido por la masa, deleitada con "Oro de Ley", "Tú, sólo tú" y "Te necesito".

Tras darse un breve respiro, Luis Miguel ha reaparecido liberado de la corbata y con chaqueta de terciopelo para afrontar el tramo final, con "Qué nivel de mujer", "La chica del bikini azul", "Decídete", Isabel", "Ahora te puedes marchar" y "Cuando calienta el sol".

Al final, un pequeño bis, muchos aplausos y cierta sensación agridulce entre un sector del público, que comentaba pese al placer del reencuentro que éste no había sido el mejor concierto de su estrella.