Dijo una noche "tómate esta botella conmigo" y cuando "volteó" a mirar el reloj "ya eran" 93 años los que se había metido "entre pecho y espalda". Chavela Vargas ha sacado esta noche juventud de ese pasado y ha inundado de amor y lágrimas el concierto "raro" y único que ha ofrecido en Madrid.

Ha sido en la Residencia de Estudiantes, la que ella considera "su" casa en España, donde ha reinado entre Martirio y Miguel Póveda, flanqueados en las guitarras por Raúl Rodríguez y Juan Carlos "Che" Allende y Miguel Peña, los "macorinos".

Chavela Vargas ha hecho el viaje hasta España, ha dicho al comienzo, porque dejó "empeñada" su alma y ha vuelto a buscarla y, cuando ha terminado, tras disfrutar de una "velada encantadora", ha pedido al público que no la dejen "nunca" y se ha despedido con un "hasta luego; nos veremos próximamente".

Sentada en la silla de ruedas a la que está confinada desde que "una mañana" se despertó y ya no le "respondían" los pies, ha aparecido luciendo el jorongo que ha llevado los últimos años y sin las gafas oscuras que sí lucía su amiga Martirio, y ha permanecido como un Buda bonachón y sonriente atenta a lo que le cantaban y precisa en lo que cantaba ella.

No obstante, en su primera intervención, se ha "pisado" a sí misma desgranando, a la misma vez que su voz se oía recitando el poema "Amor, amor" del disco, la letra de la canción de Pepe Aguilar "La barca en que me iré".

Cuando ha concluido el poema, ha empezado a cantar el estribillo, ese que dice "la barca en que me iré lleva una cruz de olvido", y ahí ha sido la primera vez que Poveda se ha deshecho en lágrimas.

Luego, Poveda ha cantado el poema de Lorca "Tengo miedo a perder la maravilla", Martirio "Si no te vas", él de nuevo "Ojalá que te vaya bonito" y en medio de los bravos, Vargas ha empezado con eso de "Si tienes un hondo penar" y el "también piensa en mí" lo ha dicho con la ironía, desdén y sabiduría que sólo ella sabe imprimirle.

"Canción de las simples cosas", cantada por Martirio, y "Hacia la vida", por Poveda, han abierto el camino para que Vargas cantara "Santa", y tras más bravos por ella, ha "salmodiado" intensa y desgarrada "Sombras", acompañada en el estribillo por sus "escoltas", que no sabían si cantar o llorar.

No podía faltar su "Llorona", y más lágrimas de un Poveda que se ha "roto", según decía, cuando han empezado los acordes de "Volver" pero ella ha preferido cantar, a puro corazón, "La barca en que me iré".

Martirio ha querido reconducir la situación y ha insistido de nuevo en el "Volver", para delirio del público, que la ha coreado puesto en pie.

"Los quiero", decía la artista, que ha invitado al público, y especialmente a su amigo "Pedro" (Almodóvar) a tomarse una botella de tequila: "y así me fue la vida, de resbalón en resbalón, de tequilón en tequilón", ha resumido.

El concierto, que comenzó media hora más tarde de lo previsto pero duró los sesenta minutos acordados para no agotar a la artista, servía para presentar su homenaje a Federico García Lorca, al que dedica su último disco, "La luna grande", una veintena de poemas del granadino recitados por ella con la música de sus canciones más conocidas de fondo, y también era un homenaje de sus amigos.

Como decía la presidenta de la Fundación García Lorca, Laura García Lorca, tener esta noche actuando a Vargas, para la que es "muy tenue la frontera entre la realidad y la poesía, el mundo de los vivos y los muertos", era "un sueño" porque ella es "la piedra, el río y la sombra" para sus amigos.

Pedro Almodóvar confesaba antes de comenzar el concierto que Vargas le provoca "un dolor cómplice" que le emociona, porque representa, como Edith Piaf, "al amor, a la mujer abandonada".

"La Chavela de hoy no es ni la del alcohol, ni la desgraciada. Está más plena que nunca", subrayaba Almodóvar, a quien le hace llorar que la artista "esté disfrutando de estar aquí y al otro lado, con absoluta naturalidad".