"Lo que escribo es novela negra porque siempre contiene una crítica social y mi última obra, El sueño de Goslar, sigue esa línea". Lo afirma Javier Hernández-Velázquez (Santa Cruz de Tenerife, 1984). Licenciado en Derecho y funcionario, pero sobre todo escritor después de haber publicado cuatro novelas: "Factótum" (2005), "La identidad fragmentada" (2007) "El fondo de los charcos" (2011) y este año la que tiene a la estatua de Henry Moore "El guerrero de Goslar" como eje de la trama. Son obras que transcurren en las calles y plazas de una ciudad conocida y reconocible, Santa Cruz, a la que los protagonistas nunca terminan de entender. En las cuatro historias aparece como personaje secundario el inspector Carles Pedregal, "un policía necesario para el argumento, pero que no puede ser protagonista porque yo mismo no me creo que un policía sea el bueno".

¿Por qué la ciudad de Santa Cruz como escenario?

Porque nací aquí, en el barrio de Duggi, y este ha sido el marco de mi trayectoria vital. En Santa Cruz pasan muchas cosas a diario, pero se intentan ocultar por miedo a no controlarlas. La gente quiere recibir mitos y leyendas, no la cruda realidad. Y cuando se intenta ocultar lo que sucede, como pasa en Santa Cruz, nace la leyenda. La idea del robo de la estatua está conectada con esto.

¿Siempre le atrajo la escultura de Henry Moore?

Mi vida casi ha transcurrido alrededor de "El Guerrero", en el entorno de la Rambla y el parque García Sanabria. Cada uno tiene su santuario histórico y ese es el mío. Son signos de identidad que no se respetan. Me dolió, por ejemplo, lo que hicieron con la Plaza de la Paz. Recuerdo la exposición de Esculturas en la Calle de 1973 y cuando se colocó "El Guerrero" en 1977. Moore está entre los tres mejores escultores del siglo XX, pero nuestra gente no lo sabe y, por tanto, no lo valora. Verlo en la calle cambió mi concepción sobre el arte, que así se socializa. Además, supuso la supervivencia de aquel movimiento surrealista de la revista Gaceta del Arte, anterior a la Guerra Civil. Hay que respetar este museo en la calle, no romperlo como ha pasado hace poco con la obra de Martín Chirino.

¿Cómo ve su autor esta novela?

Me incluyo en el género negro porque siempre hago crítica social, pero los personajes son claves en mi novelística. El género solo sirve para ordenar los libros en las estanterías. Se trata de una novela de acción"pulp pop" (popular). Mi primera obra, "Factótum" y la colección de relatos "Los días prometidos a la muerte" (2010) están cercanos al "hardboilet", mucho más duro y explícito.

Pedregal, inspector de policía, y Álex Stibrings, pelirroja y "femme fatal". ¿Son tópicos?

Carles Pedregal aparece en mis cuatro novelas. No como personaje central porque no sería creíble que un policía fuera el bueno. Pero mis protagonistas, al menos en las dos últimas novelas, son femeninos. Y mujeres del siglo XXI que saben lo que quieren y luchan por ello. No pierden el tiempo en cuestiones como la igualdad porque ellas ya son iguales a los hombres.

Su historia genera desasosiego, pero con sentido del humor.

El humor es algo fundamental en mi vida y lo uso como una máscara. Escribo lo que me gustaría leer y para sentirme bien. A la gente le entran mejor las ideas si las cuentas con sentido del humor.

¿Esta es una novela policíaca?

La novela policíaca es Agatha Christie y el género negro la supera. Tienes que salir a la calle y ver lo cruel que es el mundo. Esa es la realidad crítica.

¿Sus grandes referentes?

Me he empapado casi todo en novela negra, presente o pasada. A los grandes como Chandler o Hammett los descubrí a través del cine y en blanco y negro. Su trabajo en papel tenía una traducción ideal en la gran pantalla. La excepcional versión de John Houston de "El halcón maltés" es definitoria en su frase final, original de Goethe: "El hombre está hecho de la misma materia que los sueños".

La ironía es un recurso complicado. ¿Cómo afronta su uso?

A veces doy un paso más y me voy al cinismo, que me resulta literariamente más interesante. Intento engañar al lector para que piense que es ironía cuando en el fondo se trata de cinismo.

¿Por qué ha mezclado la primera y la tercera persona?

Solo he escrito en tercera persona el enfrentamiento directo entre los protagonistas. No quería supeditar uno al otro y necesitaba un narrador que se distanciara en el cara a cara porque cada uno defiende una línea de investigación.