El próximo viernes va a estar en el Espacio Cultural de CajaCanarias de la capital tinerfeña para participar en el ciclo "El mundo que queremos", una cita en la que coincidirá con El Gran Wyoming y José Chamizo en torno a un debate que tendrá como punto de partida el título "Abuso de poder y respuesta popular". Juan José Millás acudirá a esta especie de "billar" dialéctico a tres bandas con una idea bien definida: "Mi único compromiso es jugarme la vida en cada frase que escribo", admite el periodista y escritor valenciano.

¿Cómo conviven dos creadores bajo una única piel?

A mí me da que ambos son la misma persona (silencio). Yo no veo diferencia entre mi actividad como periodista y mi faceta literaria. Si le soy sincero nunca he sido capaz de distinguir esa frontera que algunos trazan entre la literatura y el periodismo. Son actividades distintas que tienen unos tiempos diferentes, pero en cuanto profundizo en alguno de esos dos mundos me acabo dando cuenta de que ese límite no es real.

¿Entiendo que para usted no hay un "tabique" que le hace separar lo periodístico de lo literario?

No, no existe ese muro... Eso se puede ver con claridad en uno de los géneros importantes del periodismo como es el reportaje. "Relato de un náufrago" de García Márquez en sus orígenes no deja de ser un reportaje y, sin embargo, nadie pone en duda de que se trata de un texto con una carga literaria innegable. Eso es una obra maestra alucinante. Puede que hoy en día haya mucha gente que esté desconectada del suceso que provocó ese relato y lo conciba como una novela corta, pero sus raíces van ligadas al periodismo. Mi predisposición psicológica no es igual cuando escribo la columna que voy a publicar mañana que cuando me meto de lleno en una novela, pero entre dar forma a un reportaje y cerrar un capítulo de un libro esa diferencia ya no está tan clara.

¿Su compromiso tampoco varía cuando está en un plano u otro?

Absolutamente. No se mueve ni un solo centímetro. Yo jamás he infravalorado la tarea periodística, pero debo confesar que me aterra ver a los periodistas que no ven en este oficio nada más que una razón alimenticia; esos que solo tienen en su cabeza triunfar con una novela que los haga famosos para dejar de lado esta profesión. Mi entrega con los lectores siempre es permanente, sobre todo con los que leen un periódico porque es un medio de comunicación de masas. Mi único compromiso es jugarme la vida en cada frase que escribo.

Nadie está saliendo bien parado de esta crisis, pero el periodismo está viviendo días duros, ¿no?

Al periodismo lo han cogido dos crisis: una está conectada con la situación económica y otra con la crisis del papel. Vivimos un cambio de paradigma de dimensiones gigantescas; uno de esos giros que se dan cada 400 o 500 años. La incidencia de las nuevas tecnologías e internet es comparable con la aparición de la imprenta. Si sumamos las dos crisis el panorama que nos queda es de desastre total. Somos testigos directos de un cambio, similar a aquella vieja creencia en la que se apuntaba que la tierra era plana y no redonda, en la que un modelo no acaba de morir y el otro no termina de nacer.

Algunos creen que por el punto de vista de sus artículos y por la defensa que realiza de los menos privilegiados Juan José Millás es una especie de Robin Hood de los medios de comunicación. ¿Tiene usted esa sensación?

Cuando yo hago articulismo el género que más me gusta cultivar es ese que denomino "articuentos" porque ahí, por lo general, toco cuestiones que están asociadas con lo cotidiano. Cuando la realidad se pone agresiva, y ahora está bastante agresiva, uno tiene la obligación moral de tomar partido por un bando. Mi honestidad no me permite estar al lado de los más poderosos en un periodo tan duro. Yo prefiero estar junto a los que sufren a los poderosos...

¿No sé si todo es parte de una leyenda urbana o el Millás novelista está muy influenciado por los grandes autores latinoamericanos?

Eso es algo que dijeron un día y que repiten de manera cíclica sin demasiados fundamentos... Si le soy franco, creo, que entre Cortázar y yo hay un mundo, pero eso no deja de ser un tópico. Un autor de mi edad es hijo de multitud de influencias literarias. Sobre todo, porque cuando se tiene una bibliografía tan amplia es muy difícil destrenzar mis mitos literarios. Lograr una voz propia, y creo que yo he conseguido la mía, es fruto de todas esas influencias y la subjetividad que has logrado oponiendo tus pensamientos a las creaciones de autores con los que has moldeado tu piel de lector. Yo no digo que alguien haya visto en uno de mis libros la esencia de Cortázar, Dostoyevski, Rulfo, Kafka o García Márquez, pero en realidad todo esto es algo más complicado.

¿Cuánto le debe a la escritura, o este oficio a Juan José Millás?

La escritura no creo que me deba mucho. Sobre todo, porque no sé lo que va a quedar de mí cuando ya no esté. Lo que sí tengo claro es que yo no sería capaz de imaginar otra vida sin escritura y, sobre todo, sin mi hambre lectora. Si fuera capaz de concebir mi día a día lejos de la escritura el único alivio lo encontraría en la lectura. En una situación límite, quizás, yo podría renunciar a la escritura pero a lo otro no. El placer de disfrutar con un buen libro es innegociable.

¿Le ha costado mantener esa unidad creativa que se percibe desde "Cerbero son las sombras", del año 1975, a "Vidas al límite", que fue publicada el año pasado?

Un escritor siempre trabaja a partir de dos o tres obsesiones... Esa coherencia no es demasiado difícil de transmitir al lector porque es algo que está en el interior de un autor. Lo complicado es no caer en el amaneramiento, es decir, una cosa es escribir un texto de Millás y otra bien distinta es escribir a la manera de Millás. Los grandes autores son reconocibles porque su obra conforman un puzzle gigantesco en el que se distingue con claridad un carácter que les hace ser inconformistas. Esos son los tipos de riesgos que yo quiero continuar corriendo en el mundo de la literatura.

¿Ese es el mismo riesgo con el que se vive la profesión de periodista?

Cuando doy clases a mis alumnos de periodismo les digo que un lector siempre va a apreciar bastante más una columna en la que un autor ha fracasado porque decidió correr un riesgo que la otra en la que un articulista se limitó a ser exquisito y formal. Escribir es un riesgo compartido. Los lectores esperan de mí un salto mortal, aunque me pegue una leche.